Capítulo 3: Grimmauld Place and Black Veins

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Con una sensación de temor y rabia mezclados, Harry se aventuró a entrar en la casa. Está totalmente silencioso. El silencio no es tan mortal como con los dementores, sino más... agradable. Aun así, un temor a lo que se avecina llena el ser de Harry. Sus reflexiones son interrumpidas por el chillido de una lechuza de aspecto oficial. Atravesó la puerta aún abierta y dejó caer una carta en sus manos.

Estimado Sr. Potter,

Hemos recibido información de que ha realizado un encantamiento patronus a las nueve y veintitrés minutos de esta noche en una zona habitada por muggles y en presencia de un muggle.

La gravedad del incumplimiento del Decreto de Restricción Razonable de la Magia para Menores ha provocado su expulsión del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Representantes del Ministerio se presentarán en tu domicilio en breve para destruir tu varita.

Como ya has recibido una advertencia oficial por una infracción anterior según la Sección 13 del Estatuto del Secreto de la Confederación Internacional de Brujos, lamentamos informarte de que se requiere tu presencia en una audiencia disciplinaria en el Ministerio de Magia a las 9 de la mañana del doce de agosto.

Esperando que se encuentre bien,

Sinceramente,

Mafalda Hopkirk,

Oficina de Uso Indebido de la Magia.

Harry leyó la carta dos veces. Dentro de su cabeza, todo estaba helado y entumecido. Lo habían expulsado de Hogwarts. Le iban a romper la varita. Todo había terminado. Tenía que irse, ¡ahora mismo! Con un plan caótico en mente, Harry se puso en pie de un salto y corrió hacia las escaleras. Tras un par de minutos de frenética preparación, otra lechuza entró volando en la casa con un breve mensaje. Harry lo leyó rápidamente, pues no quería esperar a los funcionarios del Ministerio que se acercaban. Se detuvo, Dumbledore estaba "manejando la situación", tenía que quedarse dentro. 

-'Está bien, espero una hora más. Pero no lo suficiente para que mi tío regrese. Recibí su mensaje alto y claro. No soy estúpido, muchas gracias'-.

Después de este corto retraso, Harry todavía empacó todas sus cosas. Vigilancia constante y toda esa mierda. En su habitación, rompió la tabla del suelo y sacó su capa de invisibilidad y su álbum de fotos. Bajó corriendo las escaleras y dejó sus cosas en el baúl. Su pistola de fuego estaba encima de su baúl, lista para una misión de emergencia. 

Harry se sentía frenético. Se sentía entumecido. La ira y el miedo luchaban en su cabeza. El hombro le palpitaba. Un dolor helado le atravesaba el hombro y la clavícula. Harry corrió hacia el espejo más cercano. Tiró del cuello de la camisa hacia abajo, mostrando la piel que había debajo. Vio un arañazo que iba desde el hombro hasta la clavícula. Era de color rojo y parecía irritado. Pero el arañazo en sí no era lo que Harry tomaba con miedo, sino que unas líneas negras surgían del enrojecimiento. Se extendían como ramas negras por su pecho izquierdo. Temblando de miedo Harry se tocó la herida. Se sentía bastante bien al tacto. El arañazo parecía estar curándose, ya no sangraba. Las venas negras no dolían cuando Harry las tocaba. El dolor frío parecía haberse aplacado ya, así que la mente pragmática de Harry dio por concluido este fenómeno y fue a la cocina por un vaso de agua. Se dejó caer en el sofá, no le importó encender ninguna luz y dejó que la oscuridad que lo rodeaba llenara su estado de ánimo.

Unos ruidos apagados y un fuerte golpe, despertaron a Harry de sus oscuras cavilaciones. Una mirada al reloj IKEA de la pared le indicó que habían pasado cinco horas. Era la mitad de la noche. 

-Qué mal gusto tienen esos muggles. Está todo tan limpio-. Una voz ronca habló en el pasillo.

-Harry debe estar arriba, primero reviso eso. Coge sus cosas-. Dijo otra voz más tenue. 

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