Capítulo 32: The Interrogation

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-Sigo sin estar de acuerdo con esto, Albus-, sonó la voz de Snape en la oscuridad. -No veo qué diferencia hacen unas horas de sueño... Madam Umbridge seguirá muerta por la mañana, no hay razón para sacar a un estudiante de la cama-.

Siguió un suspiro de cansancio. -El tiempo es esencial, por desgracia-.

Siguió un arrastre, una puerta se abrió y se cerró de nuevo.

-Lumus-.

Harry parpadeó ante la luz brillante. Tenía el pelo despeinado y los ojos somnolientos. -¿Qué...?-

-Ven con nosotros, Potter-, dijo Snape secamente. -El director no quiere esperar-.

Harry miró confundido a sus dos profesores, Dumbledore no se atrevía a mirarlo a los ojos y Snape miraba molesto al Director y parecía dudar entre maldecir al hombre o quemarle silenciosamente la espalda con la mirada. Ahora que Harry lo pensaba mejor, el moreno probablemente quería ambas cosas.

-¿Qué ocurre, profesor?- preguntó Theo de repente desde su cama.

-Nada de qué preocuparse, señor Nott-, dijo Dumbledore antes de que Snape pudiera abrir la boca. -El señor Potter tendrá que responder a algunas preguntas, no es más que el procedimiento normal-.

Theo, sin embargo, parecía no estar convencido de las palabras de Dumbledore y miró interrogativamente a su alrededor al hombre de la monstruosidad de túnica, cuyos colores parecían haber vomitado sobre la tela en fucsia y verde menta.

-El señor Potter no está en problemas, señor Nott, pero si usted y sus amigos no están lo suficientemente tranquilos como para dormir, quizá quiera retirarse a la habitación del señor Malfoy, señor Nott-. El profesor Snape miró a Theo de forma señalada para explicarle sutilmente cuáles serían las preguntas de Dumbledore, sabiendo que Harry hablaba habitualmente con sus amigos bajo la protección de un hechizo de privacidad. -No para despertar al resto de los alumnos de Slytherin, por supuesto-.

Theo asintió y no dijo nada más. Harry mientras tanto se vistió, decidió no pensar en ponerse sólo una bata; no tenía idea de lo que le esperaba y no quería estar sentado durante horas en pijama. Si era sincero, se sentía mejor con su ropa elegante, completa con el escudo de su familia Black, como una especie de escudo para protegerse de los directores entrometidos.

Cuando Harry se hubo atado los zapatos, se levantó y asintió al profesor Snape, ignorando a Dumbledore. -Cuando esté listo, señor-.

La boca de Snape se curvó ligeramente en lo que Harry reconoció como una sonrisa de suficiencia. -Sígame, señor Potter, le espera una comisión de bienvenida-.

Harry chocó casualmente su hombro contra la parte superior del brazo de su profesor -(admitámoslo, el hombre era mucho más alto que Harry, a pesar del estirón de su tatuaje)- y le miró conspiradoramente. -Déjame adivinar, ¿los pusiste en los asientos más cómodos?-.

Snape resopló, con sus ojos oscuros brillando con diversión. -Por supuesto, señor Potter. Sólo lo mejor para el Ministerio-.

Cuando el trío llegó por fin a una sala que Harry sabía que no se había utilizado en años, vio a cuatro personas, entre ellas Avery y Madam Bones. Los otros dos hombres tenían un aspecto sombrío, y llevaban uniformes idénticos con una gran "M" en el centro de la emblema pegada a los hombros. Harry observó con diversión que los hombres, aparentemente aurores, estaban sentados en dos sillas de madera con el respaldo de la silla ligeramente inclinado hacia delante, lo que los hacía muy incómodos. Madam Bones también estaba sentada en una silla de madera, cuyo asiento estaba cubierto por un cojín de aspecto grueso. Avery se sentó cómodamente en un sillón verde oscuro que él mismo había transfigurado. Entre ellos había una gran y pesada mesa, con sólo dos sillas vacías en el lado que daba a la gente del Ministerio.

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