Helene no podía creer lo que Cinthia le había dicho.
Enamorada ella, y de Grosvenor?.
Con la punta de sus dedos tocó sus labios, ella lo había besado; aunque fuera por impulso o por lo que fuera pero lo había besado.
Llevo una mano a su pecho al sentir como este saltaba descontrolado en su interior, volvió a sentir sus mejillas arder, corrió al espejo, abrió los ojos grandes al darse cuenta que estaban muy rojas.
- ¿ Enamorada, yo?- llevo una mano a su frente apartando su capul - no puede ser, nadie se enamora de la noche a la mañana- se sentó en el borde de la cama.
Trago en seco, ¿ Podría alguien amar a otra persona con tan solo cruzar un par de palabras con está?, Negó, no cabía en su cabeza que él le agradará y mucho menos que se estuviera metiendo en su corazón sin que ella de diera cuenta.
- Antes que termine el verano haremos un baile - dijo Farrat ingresando a la recamara- estás bien hija?- Inquirió preocupada al ver a su hija perdida en sus pensamientos, Helene miro a su madre como si no escuchará lo que está decía.
- Hija- la toco Farrat- te sucede algo, estás bien ?- los ojos de Helene se llenaron de lágrimas haciendo que estallara en llanto, llevo ambas manos a su rostro cubriéndolo, se sentía avergonzada.
- No mamá, no estoy bien- su madre se sentó a su lado.
- ¿ Que tienes? - cuestionó la ver la preocupación en los ojos de su hija.
- Estoy enferma - dijo sin pensarlo.
Farrat se levantó de la cama para mirarla desde arriba.
_ Como que enferma, haz visto al presbítero?- miró a su madre, solo quería saber si ella le respondía lo mismo que Cinthia.
- Está mañana salí a cabalgar al camino real, allí me esperaba lord Grosvenor, pase una excelente mañana, al llegar aquí en el pie de las escaleras bese su mejilla, subí a mi recamara corriendo pero... Al llegar me ardía la cara y mi respiración era agitada- lloró acurrucándose en los tibios brazos de su madre.
Farrat sonrió.
- No estás enferma- Helene se levantó de la cama al intuir que su madre le diría lo mismo que su doncella.
- No me digas- llevo ambas manos a sus oídos- Cinthia me ha dicho lo que tú me dirás- Farrat se levantó para acercarme a si hija.
- Tal vez ya estabas enamorada de él, y por ese motivo lo rechazabas tanto, no querías que tus verdaderos sentimientos hacia él te alcanzaran- Helene guardo silencio, su madre no podía hablar enserio.
- No lo creo, siempre me pareció desagradable.
- A lo mejor te negabas a aceptar lo que tú corazón sentía hacía el, de niña decías que querías ser su esposa cuando fueras grande- Helen frunció el ceño.
- Yo!, No me acuerdo de eso- dijo nerviosa
- Si, lo decías, cuando él se fue al colegio lloraste por días, solo tenías seis años pero ya decías que querías ser su esposa, cuando él volvió y se volvió a marchar al ejército duraste días sin probar bocado.
Helene negó.
- No madre, yo no conocía a Grosvenor hasta hace un par de años- Farrat la atrajo hacía ella abrazandola.
- Claro que si, su padre era el conde de Grosvenor en ese entonces, vivían en Midlessex y nosotros íbamos allá en el verano y ello venían aquí, me acuerdo que una vez te caiste de un árbol y te llenaste toda de lodo, corriente a esconderte en tu recamara, estuviste allí por días, te daba pena que él te viera después de lo ocurrido.
Helene no entendió porque si ella le había contado sobre lo del árbol el no le había dicho que lo recordaba.
Miró a su madre, temblaba no podía ser que Grosvenor fuera aquel niño tan lindo que jugaba con ella de niña.
- No quiero que él se de cuenta de mis sentimientos, me gusta que sea tan atento conmigo, que me deje notas que sea detallista- sonrió recordando los pocos momentos vividos con él, cortos pero muy felices.
Farrat beso la frente de su hija y abandono la recamara de esta sin emitir palabra alguna, Helene suspiro; llevó una mano a su pecho cerrando los ojos recordando el picnic en el lago, la vez en el invernadero, el paseo por el camino real, se levantó de su cama y salió a su balcón, comenzaba a caer la tarde, la fresca brisa llegaba hasta ella.
Miro hacía un enorme sauce que estaba a unos metros de su ventana divisando que debajo de estaba estaba Leighton postrado a su grueso tronco mirando hacía ella.
Se sonrojo, sin poder evitarlo llevo una mano a su mejilla.
Leighton movió sus dedos invitandola a bajar, sin pensarlo dos veces acudió a él.
- Vamos- dijo él un vez estuvo a su lado.
- A dónde Vamos? - Leighton la miró y sonrió, Helene sonrió él quedó atrapada en esa sonrisa.
- Acabo de descubrir algo, quiero que usted lo vea- la joven se sintió extraña al escuchar que la trataba de usted.
- Dime Helene- dijo sin pensarlo, de inmediato Leighton la miró, a caso estaba soñando?.
- ¿ Que acaba de decir?- cuestionó incrédulo.
- Que me llames Helene, así como yo te llamaré Leighton- Sonrió, Leighton miro sus labios queriendo tocarlos con los suyos.
- Porque quiere que la llamé así?.
- Por que seré tu esposa y tú mi esposo, es momento que comencemos a tener más confianza.
Leighton la tomo por la cintura pegandola a su pecho, Helene suspiro al sentir su duro torso, los cuales podía sentir en todo su esplendor ya que el lord solo llevaba una camina y una chaqueta abierta al frente.
Dió una vuelta con ella entre sus brazos, Helene sonrió. Podía decir que estar entre los brazos de Leighton lo era todo para ella en ese momento.
- Perdón, no quise ser impulsivo- se disculpó colocandola de nuevo en el suelo.
- No te disculpes, me ha gustado mucho estar así- Leighton dió un paso hacia ella cortando la distancia, Helene lo imitó y dió otro pasó.
- Besame- pidió cerrando los ojos y elevando su rostro a él, sin pensarlo dos veces tomo el rostro de Helene entre sus manos y beso despacio y con delicadeza los labios de su futura esposa.
Inexperta solo siguió los movimientos que Leighton hacía sobre sus rosados y carnosos labios
-Oh Helene- el corazón de ella se agitó al escuchar su nombre de labios de él.
- Leighton- el conde abrió los ojos, sentía que se volvería loco, que moriría allí mismo por tanta emoción.
Sin pensarlo ni pedir permiso la beso, la beso como si ese fuera el último momento que pasarían juntos.
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EL ANHELO DE UN LORD.
RomanceNo solo la veía, la contemplaba, anhelaba convertirla en su esposa, en su condesa, pero eso jamás sería... Ella lo miraba como si fuera poca cosa, de nada le servía tener sus arcas rebosantes de monedas, si el anhelo de su corazón nunca podría alca...