Kai
Kai había decidido seguir existiendo en esa tierra por pura inercia. No porque tuviera esperanza, sino porque era demasiado cobarde para acabar con su vida. Había perdido a sus reyes, a su familia, y lo más importante, a su compañera. Pero incluso en medio de esa devastación, aún le quedaba su cuadrilla. Ocho chicos, algunos mutilados, todos marcados por la guerra, eran lo único que lo mantenía conectado a ese mundo.
Tras la guerra, no los ejecutaron como al resto. Los barbaros habían visto su potencial, cuerpos fuertes, habilidades probadas en combate, y una resistencia que los hacía valiosos. No eran personas para ellos, solo herramientas. Así que a todos los jovenes, los condenaron a vivir, no por piedad, sino porque eran perfectos para trabajar como esclavos en las minas de arena negra.
—Estuve escuchando en la cocina —dijo Telosec, rompiendo la tranqulidad de la noche.
Uno de los más jovenes del grupo, Telosec, había perdido una pierna en una explosión dentro de la mina. Normalmente, un esclavo herido de esa manera no tenía lugar entre los vivos, pero Kai había logrado convencer a los soldados de que lo dejaran vivir si sobrevivia la infección. El maldito bastardo lo había logrado y los soldados habían cumplido su palabra. Desde entonces, el joven pasaba más de 16 horas al día en la cocina, pelando papas, limpiando utensilios y haciendo todo lo necesario para vivir.
Kai apenas levantó la mirada, atrapado en su estado de apatía, hasta que Telosec continuó, su voz temblorosa pero llena de una emoción que no pudo ignorar.
—Dicen que hay alguien... alguien que afirma ser el último heredero de la casa real.
La celda quedó en silencio. Ocho pares de ojos se clavaron en Telosec. Kai, que siempre estaba ido, ahora estaba alerta, esperando más.
—Dicen que es una mujer. Que está matando soldados y dejando arena negra tras de sí.
Un murmullo inquieto recorrió la celda. Uno de los chicos, soltó lo que todos estaban pensando.
—No jodas ¿Y si es la princesa Alina?
Todos se giraron hacia Kai. Pero él negó con la cabeza, firme, sin decir nada. No porque no lo creyera, sino porque sabía demasiado.
Había sentido la pérdida hace casi un año. Aquella noche en el que el vínculo de compañeros se rompió, ese lazo inquebrantable que lo unía a Alina, se rompió de golpe. Fue como si alguien le arrancara algo vital del pecho, dejándolo vacío, desgarrado. Desde entonces, no había pasado un día sin arrepentirse de la decisión que lo llevó lejos de ella. Siempre se lamentaría de haber ido a la batalla en lugar de quedarse a su lado, de no haberla protegido, de haber elegido su deber por encima de ella. Pero esa esperanza que había albergado durante tanto tiempo murió junto con ese lazo. Esa noche, supo que ella se había ido para siempre. Y aunque su corazón aún latía, una parte de él murió con ella.
—No lo es —murmuró finalmente, más para sí mismo que para los demás, antes de levantarse y dirigirse al pequeño baño que compartían. Cerró la puerta detrás de él, encarándose al espejo roto. Sus ojos avellana estaban apagados, acompañados de ojeras profundas y un cansancio que no era solo físico. Más de cinco años trabajando en esa mina de arena negra lo habían desgastado en cuerpo y alma.
Esa noche, nadie volvió a hablar de Alina. Pero cuando Kai cerró los ojos, los recuerdos lo alcanzaron como tantas otras veces. En sus sueños, como tantas veces antes, la vio cabalgando. Pero esta vez, no era solo un recuerdo del pasado. Alina se veía más fuerte, más imponente y algo mayor de lo que la recordaba. Esta vez, Alina no se desvaneció en la distancia. Cabalgó hasta él con una determinación que lo hizo contener el aliento. Cuando llegó, desmontó y tomó su rostro entre sus manos.
—Aún no te des por vencido—susurró. Kai tembló al escucharla, porque había olvidado lo que era oírla, lo que era sentir su cercanía. Alina inclinó la frente hasta rozar la suya, como solían hacer cuando el mundo aún no los había destrozado, cuando todavía creían que había un hogar esperándolos en alguna parte.— Aún no, porque vine por ti.
Kai despertó con un sobresalto. Se quedó sentado en la penumbra de la celda, rodeado por la respiración pesada de su cuadrilla, intentando calmarse.
Por primera vez desde que la guerra terminó, algo en su interior se agitó. Por primera vez en años, Kai sintió esperanza.
.....
Y así llegamos al final. Gracias a todas las personas que se quedaron conmigo durante estos años. De todas las historias que he escrito, creo que esta ha sido la más complicada. Espero que, a pesar de los altibajos y las pausas, hayan disfrutado.
Con esta historia me despido, ahora sí, de las historias inspiradas en los libros de la gran Sarah J. Maas. Ha sido un honor compartir este mundo con ustedes y espero que algún día pueda dar vida a una historia completamente mía y que ustedes, también estén allí como lectoras. Hasta entonces, gracias por cada comentario y estrellita.
Lu
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Una Corte de Sombra y Estrellas
FanficUna Corte de Sombras y Estrellas cuenta la historia de Gwyn, Elain, Azriel y la misteriosa Alina. Una danzante de Arena que tiene el mismo rostro que la hermana asesinada de Rhysand.