26. Un cliente exigente.

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26. Un cliente exigente.

-¡Camarera! ¿Dónde está mi pedido de doble hamburguesa con refresco de cola ligth?

Resoplé apartándome un mechón que se había caído sobre mi frente. Ser camarera era un trabajo muy duro, arduo, y que sólo los más audaces se atrevían a hacer. Vale, no, las clases de lengua a veces me hacían desvariar, pero sí que era un trabajo cansado.

-Ahora mismo le llevo el pedido, señor cliente.-le respondí a aquel impaciente señor con entradas hasta la coronilla de la mesa número cuatro.

Y pensar que podría estar tumbada en mi cama leyendo... Pero aún así, aquello era mejor que cuidar de cuatro diablillos, si me ponía a comparar.

-Meg, ese pedido de la mesa cuatro lo llevo yo.-me dijo mi compañero Louis.-Tú atiende al cliente de la mesa nueve.

Louis no era guapo. Tampoco feo..., era más bien un chico normalito. Pero, inexplicablemente, ligaba más que (por poner un ejemplo al azar) yo. Las chicas debían de verle algo en su mirada, o en su culito de mujer..., lo que me planteaba la duda de si yo sufría problemas de vista.

-Voy para allá.-asentí.

Aquel café-restaurante era un completo desorden hasta para mí. Y eso que apenas llevaba trabajando una semana. No era el típico bar de los años ochenta con colores rosa pastel, era más del estilo liberador-hippir de los años setenta. Combinado con algún toquecito de modernidad.

El caso era que por decimonovena vez en tres días no encontraba la libreta que tenía para apuntar los pedidos.

Entre toda aquella planta de caos podía haberse caído en cualquier lugar. Pasé al lado de la barra en la que Lena, una chica de veintiún años morena y muy guapa, servía con una sonrisa a casi todos los hombres del café. Reí, parecían unos muertos de hambre. Pero del tipo de hambre que no la saciaba la comida que servíamos.

¡Por fin! La libreta estaba tirada entre las botellas medio vacías de vodka. La cogí, y como ya había perdido mucho tiempo me acerqué hasta el final del café para tomar el pedido sin perder ni un segundo más.

-Buenas tardes, ¿cuál es su pedido?-pregunté sin levantar la vista del papel.

-Yo le quiero a usted camarera.

-De acuerdo, usted quiere a... ¡Espera un momento!

Fui a mirar al idiota que lo había dicho y, efectivamente, era Heath. Predecible, ¿verdad?

-Me has seguido. Esto es acoso.-le miré molesta.

-No, ha sido una casualidad que tuviera hambre mientras pasaba por aquí y de casualidad tú trabajas aquí.

No creo en las casualidades. ¿Se dan cuenta por qué?

-Y también es casualidad que hayas pedido algo que no está en el menú.

-Sí, lo siento.-estaba apoyado en la silla de la pared, con los brazos extendidos y una pose muy cómoda.-Es que con ese uniforme que llevas he visto tanta carne que me he confundido.

Muerta de vergüenza, que era lo que él quería conseguir, miré hacia la libreta mientras él reía cogiendo el menú y me bajé los pantalones cortos del uniforme.

-Heath, tienes novia.-susurré.

-Ajá. Bueno, en realidad ya no.

Él miraba pensativo la carta y yo no sabía muy bien que decir.

-Si quieres ahogar tus penas, te recomiendo que pidas vodka con limón.

-Prefiero molestarte un poco. Ese beso me ha costado la relación.

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