27. Un coche fuera de juego.

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27. Un coche fuera de juego.

–Kyle, ya te vale.–se reía el muy maldito.

–Pues mi padre ayer estaba viendo un documental sobre renos y explicaban todo eso de los cuernos...

–Cameron, ¿sabes que tener relaciones con alguien mayor de edad es un delito para ti?

–Oh, oh, aquí Meg suelta puñaladas traperas como puede.–rió Grace.

–Hace igual que un toro cuando ve el color rojo, baja los cuernos y...–continuó haciendo el payaso Kyle.

En qué momento se me había ocurrido a mí meterme en el coche con ellos cuando pasaron a recogerme después del entrenamiento. Llevaban así todo el viaje, yo poniendo los ojos en blanco y maldiciendo al lado de Grace en los asientos de detrás, y Cameron conduciendo y chocando el puño con Kyle cada vez que se les ocurría un chiste relacionado con Heath o los cuernos. ¡¿En qué momento se me había ocurrido a mí contarles ese beso sin sentido entre Heath y yo y la gran pillada de su novia?!

–¡Sois todos unos imbéciles!–me crucé de brazos realmente enfurruñada.

–Lo sentimos muuuucho.–sonrió Kyle.

Oh, que genial manera de disculparse, imitar el mugido de la vaca, ya que la vaca tiene cuernos.

–Pero qué disculpas más falsas, será por eso de que juegas a dos bandas.–contesté.

–UOOOOOOOOOH...–le miró Cameron asombrado.–Colega, mejor vamos a retirarnos antes de que nos quite todo, hasta la dignidad.

–¿Qué dices? A quien sueña quitarle todo es a su vecinito sexy.

–UOOOOOOOOOH...

–Fiuu fiuuu...–silbó Grace, y por eso se ganó un calmante muy cariñoso en el hombro de mi parte.

–Parad ya.–dije entre dientes, pasando una mirada mortífera de uno en uno. Si es que la policía me iba a declarar asesina en serie no, en cadena.

–De acuerdo, de acuerdo,–asintió Kyle.–rompecorazones de Meg.

–¿No has pensado dejar una nota a tu admirador secreto bipolar?–Grace puso una mirada interesante.–A lo mejor espera una respuesta.

–Pues mejor que espere tumbado, que la respuesta no va a llegar.

–¡Redoble de tambores! ¡Meg la rompecorazones!

Definitivamente, si Kyle fuese a un concurso de idiotas le echarían por ser demasiado profesional.

–¿Qué te ha escrito hoy?–siguió preguntando Grace como si nada.

Rebusqué en el bolsillo de mi chaqueta hasta que mis dedos encontraron el pequeño papel lleno de arrugas y lo extendí para leerlo en alto.

–"¿Me concedes esta lluvia, para bailarla contigo?"–leí.

–Que cursi, ¿tu admirador podría ser admiradora?

–Sólo le faltaba dibujar en el papel un unicornio vomitando arcoiris.

–Que tierno...–suspiró Kyle.

Cameron aparcó el coche frente a mi casa, y yo me bajé en medio de una discusión entre él y Kyle argumentando que uno era una nenaza y el otro un isensible. Me alejé pensando que los dos eran unos catetos. E infantiles. Y cotillas. Y muy habladores. Y los mejores amigos del mundo.

Cuando, con mucha parsimonia, me di una ducha y me sequé, tranquilamente comí un bocadillo de chocolate y una copa de helado, haciendo competencia a las tortugas, decidí que tenía que dejar de retrasar el momento: subirme a un coche y no estrellarlo.

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