2. Y seguimos mejor (¡RIP RIP hurra!)

568 38 0
                                    

2. ...y seguimos mejor (¡RIP RIP hurra!)

¡Hoy era mi día de suerte! Uno de esos en los que el universo te quiere y todo te sale de maravilla. Incluso el sarcasmo.

Heath estaba sentado esperando para poder entrar a saludar a su mejor y único amigo, el director.

Me senté a su lado mirando el precioso color rojo de mis uñas.

–Vaya vaya, hoy es mi día de suerte.–dijo nada más verme.

–Sí, yo estaba pensando lo mismo.–hice una mueca.

Genial Megan, tú sigue siendo tan simpática y verás como en lugar de pedirte salir lo que quiere es una orden de alejamiento.

–No, si yo lo decía porque te he visto dos veces en el mismo día y aún no me ha salido el sarpullido de la alergia a las crías.

–No, si yo lo decía–imité su tono.–porque te he visto dos veces en el mismo día y todavía no he vomitado al ver tu cara.

Me giré hacia él, que me miraba levantando una ceja y una media sonrisa.

–Eres una chica encantadora.–dijo sin quitar esa sonrisa.

–Y tú guapo y simpático desde que existen los unicornios.

–Hazme un favor y déjame en paz.

–Ya estabas tardando en pedirlo.

Tic, tac.  Tic, tac.  Tic, tac...

Bueno, pues que día tan maravilloso y soleado se ha quedado...

–Sí, sobre todo porque llueve.

–¿Qué dices?–le miré extrañada.

Oh no, o sabía leer mis pensamientos o había hablado en voz alta sin querer.

–Has hablado en voz alta.

De acuerdo, ese idiota sabía leer los pensamientos.

–Sí, he leído tu mente desde que has llegado, así que sé que te gustaría verme desnudo.

¡Ja, eso nunca! Lo que demostraba que no podía leer mis pensamientos.

–Me das miedo, Heath.

–Todos  me lo tienen por aquí.–respondió tranquilamente, muy orgulloso.

–Y a ti te encanta que sea así.-puse los ojos en blanco.

–Me dejan libre de las tonterías típicas de adolescentes.

Me vi a mí misma en dos meses, cubierta de puré de niños y con cuatro diablos a mi alrededor. Así que decidí dejar a un lado mi odio eterno hacia Heath y arriesgarme. El ahora o nunca.

–Una tontería típica de adolescente sería, por ejemplo, ¿salir conmigo?

Ya estaba, ya estaba, ¡no podía creer que lo hubiese dicho! Tendría que ir al baño a desinfectarme la lengua.

–Es el mejor ejemplo de todos.–lo reconozco, me dejó sin palabras.–Si quiero una golfa sé dónde encontrar las mejores, Megan Ann Mone.

Oh, no. Ese idiota cateto como él no había dicho eso.

Rebobinemos las situación:

Si quiero una golfa sé dónde encontrar las mejores, Megan Ann Mone.

Si quiero una golfa sé dónde encontrar las mejores, Megan Ann Mone.

Vale, ya mejor como que no rebobinaba más.

–Imbécil, yo no soy una golfa que se va con cualquiera. Y si lo hiciera, nunca sería contigo.

–No me interesaría nunca por ti, enana.

–¿Cómo dices?–me puse en pie y me crucé de brazos frente a él.

También se levantó con mucha tranquilidad, y por desgracia tuve que reconocer que me pasaba cabeza y media.

–Te he llamado e n a n a.–dijo muy lentamente.–Y tengo una lista muy larga de más cosas que podría llamarte, pero no creo que quieras escucharla, ¿verdad?

Estaba a punto de contestarle, apretando los labios furiosa mientras él sonreía orgulloso, pero el director abrió la puerta en ese momento. Heath me golpeó en el hombro y se dio la vuelta.

–Que te den, capullo.

–Señorita Mone, cuide su vocabulario.

–Nos veremos, enana.–me guiñó un ojo.

La puerta se cerró y yo me senté de nuevo. Desde luego que íbamos a vernos de nuevo. Y él iba terminar sin dientes.

Esa era la imagen que tenía en mi cabeza unas horas más tarde.

                                       

El brazo izquierdo recogido en posición defensiva, y con el derecho ¡un, dos, tres!

Me aparto de Sebastian, mi entrenador, doy dos saltos y vuelvo a acercarme para repetir el mismo movimiento.

Jamás me había imaginado lo bien que me vendría el kick-boxing para desahogarme. Entrenaba no desde hace mucho, pero me gustaba, y me llevaba bien con el entrenador.

Golpeaba, esquivaba, empujaba y volvía a golpear con todas mis fuerzas, y eso me ayudaba a sacar los enfados. Tan concentrada estaba que no escuché la voz de Sebastian intentando decirme que me parase.

–¡Megan, Megan! ¡Ya es suficiente!

–Está bien...Está bien.–apoyé las manos en las rodillas y cogí aire.

–Buen trabajo chica.–me dijo, mientras se quitaba los guantes y yo me sentaba en un banco.–Lástima que no pueda entrenarte este mes, ibas progresando mucho.

–Venga ya, el campeonato nacional es tu sueño. Estaré bien.

–No lo dudo.–sonrió.–Mañana llegará el chico nuevo, espero que siga entero cuando yo vuelva.

El tono de música de mi móvil sonó y vi una llamada muy urgente de mi madre. Lo cogí para contestar al instante.

–Tendré que intentarlo.

BETTERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora