8. Las hormonas se vuelven locas.

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8. Las hormonas se vuelven locas.

La mejor manera de vencer a un enemigo es entrar en su juego. Su espacio. Sus amistades...

MUAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHA

Pero, antes de una buena venganza, me esperaba esa fiesta en casa de Matt. Menos mal, porque estaba muy deprimida por no haber ido a entrenar durante una semana entera.

Mi padre me miró un poquito receloso cuando estuve lista y me acerqué para darle un beso. Por la mañana nos habíamos encontrado con uno de esos vecinos, y bueno...digamos que me habían felicitado por mi baile y mi padre ahora le daba vueltas a aquello.

Un bocinazo me advirtió de que Grace ya me estaba esperando abajo. Me miré por última vez en el espejo. Estiré mi vestido corto azul de tirantes, di dos pasos con los tacones ¡y lista!

–¡Megan! Que guapa vas...Más de uno no va a poder quitarte la mirada de encima.–exclamó Grace al verme, mientras yo entraba en su coche.

–No exageres, no es para tanto.

–Sí, si, bueno. Siento haber llegado un poco tarde, pero me costaba encontrar tu nueva casa.

–Me alegro de que no te hayas perdido.–reí.

La casa de Matt era increíble. Habían quitado los muebles de su salón, y los invitados estaban repartidos entre la piscina y la pista de baile improvisada. Había un fuerte olor a humanidad (y a vómito en las esquinas), y la gente ya había comenzado a experimentar los efectos del alcohol. Se notaba por las notas desafinadas de las canciones, y alguna que otra falda un poco más arriba de lo normal. Saludé a Kyle, ocupado en un rincón, y a Cameron, que desapareció de la mano de una rubia muy guapa a los pocos minutos. Jack supuse que llegaría más tarde. Había bastantes guapos en la fiesta. Pero a mí ninguno me interesaba. Sólo si me invitaban a cerveza. Así que fui a por la bebida.

Yo descubrí lo que ofrecían: mi debilidad, mojito de frambuesa. No podía resistirme a él. Me tomé el primer vaso, el segundo, y salí a bailar. Me entró sed y fui a por el tercero.

Acabé perdiendo la cuenta. Bailaba por la improvisada pista de baile sin rumbo fijo.

Una chica que no paraba de menear el trasero sin parar me dio un culazo que me hizo tambalearme, ya que no tenía muy buen equilibrio, y empujar a alguien que comenzó a isultarme. Bah borrachos. Me alejé dos pasos a la izquierda, y me apoyé en una pared para intentar respirar algo de aire fresco y estabilizar mi mundo que giraba. Giraba y giraba.

Ahora izquierda...ahora derecha...Parecía un flan. Me sentía como un flan. Estaba flandeando de un lado a otro.

Y así, por accidente, en una de esas vueltas, se me ocurrió mirar a mi derecha y enfocar bien la vista. Uf, me concentré.

Una chica pelirroja estaba de puntillas comiéndole la boca, literalmente, a un chico de espaldas a la pared, que tenía sus manos apoyadas sobre su trasero. De repente, la chica fue llamada, y dando un último beso a su chico salió de allí.

El chico dejó caer un brazo en su costado, luego se peinó los rizos, y giró la cabeza en mi dirección. Quise darme la vuelta antes de que me reconociera, pero Heath inclinó la cabeza y se acercó a mí.

–No pierdes el tiempo, ¿eh?–apreté los labios, intentando poner una sonrisa.

–Es lo que pasa cuando uno es irresistible. Pero claro, tú no lo sabes...

–Vete a hacer lo que quieras con tu chica.–le saqué la lengua con burla y me crucé de brazos.

–¿Quieres saber lo que haría contigo?–se colocó frente a mí.

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