30. Discrepancias con mi voz interior.

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30. Discrepancias con mi voz interior.

Me cuestionaba cuándo habría practicado Heath surf. Porque increíblemente había enganchado de mala manera la tabla en la moto y orgulloso me había llevado hasta la playa.

Nada más bajarme fui a apoyarme en la barandilla para contemplar la playa con sus olas. Que no eras demasiadas, por lo que el paisaje transmitía una sensación de tranquilidad con pequeños toques de libertad.

Y frío, porque aunque hacía sol, en invierno las tardes ya no eran excesivamente calurosas.

Le vi a Heath caminando ya descalzo por la arena y realizando gestos con la mano para que le siguiera. Sonriendo, me descalcé, cogí mis zapatos ortopédicos de ante y mantuve el equilibrio sobre la arena blandita.

Cuando llegué a la altura de Heath, había dejado mi toalla en el suelo y había extendido la suya. Y también se había quitado la chaqueta, la camiseta y los pantalones. Y los zapatos. Resumiendo, que solamente estaba con el bañador.

Intenté no pasear mucho la mirada sobre él para que no se diera cuenta, pero si digo la verdad, no era necesario mirarle fijamente para deleitarse con su cuerpo.

Un momento, ¡¿qué estaba pensando?! Definitivamente, iba a contar hasta tres y esos pensamientos tan extraños desaparecerían.

–Te espero en el agua.–me lanzó el bikini y cogio su tabla.–No tardes mucho.–me guiñó un ojo.

Oh, esperaba que no hubiera sido él el que había cogido mi bikini. Justamente había escogido el modelo rojo más provocador que tenía. Apenas una tira para la parte superior y una parte de abajo muy reducida. Mis mejillas se pusieron a juego con el modelito sólo de pensarlo.

Afortunadamente, como en la playa sólo había cuatro locos haciendo algo de surf o algún paseante de perros, estuve lista enseguida y me acerqué al agua.

No estaba tan fría. ¡Estaba congelada! Retrocedí unos cuantos pasos nada más rozar la orilla con la yema del dedo gordo de mi pie derecho.

Y Heath riendo y surfeando en la tabla con toda tranquilidad. ¡¿Es que no tenía sangre en las venas?!

Me gritó y gesticuló, así que me metí hasta las rodillas. Me amenazó con acercarse y mojarme. Me metí con gran sufrimiento hasta el ombligo. Y el maldito de Heath cumplió con su promesa: se acercó y arrastró la mano creando una ola que me salpicó en toda la cara.

–¡QUE NO ME HABÍA METIDO DEL TODO PEDAZO DE IDIOTA!–chillé.–¡¿No te habías fijado?!

–Pues no, tonta, disculpa a mi idiotez.

–Como siento que nacieras así.–sonreí hacia él con sarcasmo.

Como me estaba cansando de nadar en el agua, me incliné hacia adelante, y me agarré sobre la tabla de surf de Heath. Era de color celeste, con unas iniciales curvas en uno de los lados, que no sabía que significaba. Él se inclinó hacia adelante agarrándome de las muñecas para conseguir soltarme.

–¿Crees que vas a subirte después de lo que me has dicho?

–Por mi cara bonita.–puse una sonrisita de ángel.

Heath, como no, se dejó seducir por mi hermosura, y se deslizó entre la espuma fresca fresquísima de las olas encima de su tabla de surf conmigo colgando, mientras se iba mojando poco a poco. Cogía agua del mar, y yo le contemplaba casi embobada como recorría la línea de todos su músculos, sus fuertes brazos, y sus perfectos abdominales. Maldita sea, era un pervertido muy sexy. Soltó una carcajada al verme contemplándole, así que muerta de vergüenza intenté subirme yo también a la tabla. Pero todo lo que conseguía era tragar mucha agua.

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