38. ¡Guerra de pintura!

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¡¡¡Capítulo que quiero dedicar con muuuucho cariño a todas aquellas gentes que leen esta historia tan loca y extraña y que les encanta!!! Besazos ENORMES porque un simple comentario me alegra cantidad, bueno, con sacarles una sonrisa mientras leen basta ;)))

¡Espero que la espera haya merecido la pena! Y la historia todavía se reserva muchas cosas...

38. ¡Guerra de pintura!

–Papá, déjame salir...–supliqué de nuevo.

–No.

–Vamos...

–Ya te he respondido.

–Por favor, venga, ¡no todos los días se queda para ir al paintball!

Debía ir allí. En realidad, aunque mi padre creía que iba con Grace, Kyle, Cameron y Jack, no era así.

–Tengo que cumplir tu castigo.

–Por una tarde... No pasa nada...

No, tampoco era con Heath con quién iba a ir a jugar a ese juego tan loco y divertido. Ni Leo. ¡Ni Maya!

Mi padre miró mis ojos tan suplicantes y suspiró. Un suspiro que me hizo saltar de alegría.

–Porque hoy estoy benévolente, eh...–sonrió mientras le daba un abrazo.

–Será tu cita con la doctora rubia mañana.–reí.

–Deliah, se llama Deliah.

Salí de allí antes de que se le ocurriera cambiar de opinión, muy nerviosa. No todos los días iba a una cita a ciegas.

Sí, así era. Ayer, había recibido como ocurría habitualmente en el instituto, una nota de mi admirador secreto. Pero que era poco habitual.

Sábado, 6:30 en el campo de paintball, equipo verde.

Kyle y Cameron ya se habían encargado de asustarme diciendo que seguro que era un friki vergonzoso, o un acosador que llevaba siguiéndome todo el curso, o un pedófilo que se infiltraba en el colegio...
Al contrario que ellos, yo no tenía ni la menor idea sobre de quién podía tratarse.

Que misterio tan misterioso...

Llegué a las 6 y 27 según mi reloj enfrente de una puerta muy colorida y que decía en letras muy grandes "Paintball, ven y disfruta con nosotros de los momentos más pintorescos de tu vida."

Miraba a ambos lados de la calle en la que estaba, pero no reconocía a ninguna de las personas que por allí pasaban. Y cuando el reloj marcó y media, decidí entrar para calmar un poco mis nervios.

En la recepción, una chica miraba su ordenador tranquilamente. Estaba yo contando las baldosas del suelo cuando entró un hombre vestido de negro de detrás de unas cristaleras a la derecha de la recepción.

–Eh, chica–me llamó.–¿Vas a jugar?

–Yo.–pensé.–sí, claro...

–Perfecto, ven por aquí que nos hace falta una persona más para nuestro equipo azul.

–Pero yo no...

–¡Es verdad! Paga ahora y pasa, por favor.–volvió a desparecer tras las puertas de cristal y me dejó a mí allí en medio de un compromiso.

–¿A qué esperas, chica?–me metió prisa la recepcionista, un poco antipática.

–Voy.–me acerqué con una sonrisa helada.

–¿Nombre?

–Megan Ann Mone.

Entrecerró los ojos y miró fijamente la pantalla del ordenador, como si le costase mucho leer.

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