24. ¡No me hables de familia!

312 19 0
                                    

24. ¡No me hables de familia!

Pasé, la casa número quince, la diecisiete... ¡y ahí estaba la número veintiuno!

Todo en orden. Al final había perdido honestamente la apuesta con Cameron. Durante esos tres días, Heath y yo no nos habíamos dirigido ni una sola mirada. Ni Jack y yo. Era una situación realmente incómoda. Bueno, yo apenas me había relacionado con nadie.

Fui a hacer las audiciones para la obra de teatro. Y sí que me pusieron un texto de Julieta delante, para que me hiciera la enamorada.

-Romeo...¡Oh, Romeo! ¿Por qué eres tú Romeo? No es tu nombre, Montesco, que llevas. Pero... ¿qué es Montesco? No es pie, ni mano, ni semblante ni pedazo alguno de naturaleza humana. Puesto igual que la rosa, aunque tal flor no fuese llamada con dicho nombre, seguiría exhalando el mismo perfume celestial. De igual manera, Romeo, aunque otro fuese su nombre, seguiría portando las mismas cualidades, que no le vienen dadas por herencia. Abandona pues, ese nombre. Y si no tienes valor para tanto...¡Ámame! Y no me tendré por Capuleto.

Creo que tampoco me salió muy mal. Y a Grace tampoco. Nos reímos bastante al ponernos tan sentimentaloides.

También me habían llegado más notas de mi admirador secreto (el que antes me amenazaba). Que no tenía ni la menor idea de quién podía ser.

"Te escribo todos los días porque no te puedo besar todas las noches"

"¡Al fin encontré el amor! En la página 44 del diccionario."

"Perdóname si te quiero con todo mi corazón, pero te odio con toda mi inteligencia."

Bueno, y ahora me dirigía nerviosa por una calle de chalets enormes a conocer a esos diablillos de los que iba a tener que cuidar. Por el tamaño de las casas, los bien cuidados jardines, y todo lo demás, deducía que serían unos niños consentidos y malcriados. Pero tampoco iba a juzgar sin conocer.

Me acerqué al pequeño porche que tenía puesto el número veintiuno y llamé al timbre. Miré el felpudo que ponía bienvenidos y una voz masculina contestó por el megáfono.

-¿Quién es?

-Buenas tardes, vengo por el trabajo de niñera.

-Ah sí, adelante.

Se escuchó el timbre y empujé la puerta para entrar tímidamente dentro de la casa. Nada más hacerlo, un hombre medio calvo y con unas gafas a juego con su camisa se acercó a darme la bienvenida.

-Hola, ¿cómo te llamas?

-Megan Ann Mone.-respondí con una sonrisa.

-Yo soy el señor Loud, pasa al salón y espera con el otro candidato.

¿Quién? Cameron me había jurado y rejurado que solamente estaría yo. Genial, ahora tendría que luchar por ese puesto con una persona mucho más experta que yo en el tema.

-¿Heath?

O no tan experta. Le vi nada más entrar en el salón, cómodamente sentado en sofá, y puso la misma cara de terror al verme que yo.

-¿Megan?

-Ya os conocéis, mejor, así nos ahorramos las presentaciones.-apareció el señor Loud con una carpeta.-Así pasamos a lo realmente importante.

-De Megan nada, ¿qué es lo que haces aquí?-le susurré a Heath disimuladamente.

-Son cuatro niños.-yo iba a morir con cuatro niños.-La mayor de todas se llama Madeleine y tiene siete años.

BETTERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora