39. Tariro tariro, mujer y marido.

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39. Tariro tariro, mujer y marido.

Quizás, de todas las personas a las que no habría esperado encontrarme allí, mi madre estaría a la cabeza. Pero él precisamente no se quedaría muy atrás.

–Hola, Meg.–me saludó.–No has estado nada mal.

¡¿Jack?! ¿En serio? No, que va, él no podría ser mi admirador secreto, ¿dónde estaba la cámara oculta?

–Hola.–le saludé, rígida como un muñeco.–Tú tampoco, eh.

Pasó un brazo alrededor de mis hombros, y comenzó a hablarme de que con los cambios de campo iba a tener una buena revancha.
Me sentía fatal... ¿Cómo podía decírselo? El pobre chico llevaba declarándoseme día tras días durante dos meses poco después de haber cortado.

Pensándolo bien, todo tenía sentido. Jack debió de encontrar la primera lista que hice en la que ponía las razones para salir con Jack, y que no estaba segura de que me gustaba. Y aquella en la que buscaba chicas que le gustasen a Heath, por eso estaba celoso y me amenazaba.

Sospechó que a mí me gustaba Heath, y quiso remediarlo yendo conmigo a cenar. ¡Y yo tuve que encontrarlo precisamente con el que Jack quería evitar! Por eso me dejó, después de todas la pruebas creyó que Heath me gustaba...

Que en ese momento para nada, y ahora podía quizás un poquito y ya. Tensión sexual, más bien.

Pobre Jack, ahora, yo iba a romperle el corazoncito... Cruel, eso me parecía. Aunque también lo era dejar que se hiciera ilusiones. Bueno, se lo diría de una manera tierna y sutil para que no le sentase muy mal.

–Jack, no quiero que sigas dejándome notas en mi taquilla todos los días, no me gustas.

¡Tierna y sutil! ¡¿Qué entiendes por tierna y sutil?!

–Perdón, no quería decir eso.–me mordí la lengua al ver su cara de sorpresa.–A ver, sí quería decir eso, ¡pero de otra manera! Me pareces majo, eres un chico... peculiar, un buen amigo, pero en estos momentos no estoy interesada en ti.

Siguió mirándome con cara de no poder creérselo.

–Podemos quedar como amigos, pero es que me gusta otro chico...

–Ahhhh, Heath.–chasqueó los dedos.

–¿Quién? ¿Heath? No conozco a ninguno.–me encogí de hombros.

–¿Que cómo me he dado cuenta? No hay más que ver la tensión sexual que hay entre vosotros...

–Me suena ese nombre porque conozco a un chico que se llama Leath.

–Si no se lo dices tú, lo haré yo.–me guiñó un ojo y yo puse los ojos en blanco.

–Me pregunto si podéis hablar de algo más absurdo aún.

Jack y yo nos giramos a la vez, y no pude reprimir una carcajada al ver a Heath manchado de pintura azul en la cara y con una venda alrededor de la muñeca derecha.

–Tu existencia.–le mandé un tierno beso.

–Oh, compañero, estás por los suelos.–soltó una sonora carcajada Jack, que se apartó de mí para revolverle el pelo como si fueran colegas ante mi cara sorprendida.

–¿Qué te ha pasado?–quise saber.

–El muy torpe se ha tropezado nada más empezar el juego y se ha retirado a la enfermería.

–Gracias, Jack, pero puedo decir perfectamente yo solito que tengo un esguince en la muñeca.–me miró.–¿Y tú que haces aquí?

–Ganar el juego, por supuesto.–sonreí orgullosa.

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