Siempre puede ser peor

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Narra México

—Rusia.—Toco su puerta.

No había venido a la casa, a penas anoche vine y prácticamente sólo llegué a dormir (Dormí como 14 horas, estaba demasiado cansado) y a bañarme para el juicio, así que no he visto a Rusia desde antier y ni siquiera hemos hablado, sólo le pedí a Enrique que le avisara sobre la situación.

—Rusia.—Insisto.

Pego la oreja a la puerta, no escucho ningún tipo de ruido desde dentro, y veo pasar a Liliana sosteniendo algunas sábanas.

—Liliana, ¿De casualidad sabes si Rusia está aquí?.

—¡Ah! Se fue ayer en la tardecita, poquito después de que vino el señor presidente, discúlpeme, se me había olvidado comentarle.

—No, no te preocupes, creo que ni te había visto a tí tampoco, ¿O sí?—Ella niega con la cabeza—¿Y no les dijo nada?.

—No—Hace una mueca llenando las comisuras de los labios hacia abajo y abriendo mucho los ojos—Ora sí que ni adiós nos dijo—Levanta la palma de la mano—Nomás agarró su maleta y se salió.

—Bueno... Gracias.—Asiento extrañado, ¿Se enojó porque lo dejé sólo tanto tiempo?.

Abro la puerta del cuarto a ver si me dejó una nota o algo, pero no se ve nada. Bajo a la sala, donde están Francia y Enrique comiendo aros de cebolla y viendo una novela.

—Ya, Sebastián, dile a Andrea que la amas antes de que sea tarde.—Le habla Enrique a la tele.

—Oye Enrique—Llamo su atención, ambos me voltean a ver—¿Rusia no te dijo nada cuando hablaste con él? Es que se fue.

—¿Se fue? No, no me dijo nada, sólo me decía cosas como "Claro", "Ah" y así.

—Rusia es así con la gente que no conoce bien, actitud normal. ¿Qué le dijiste tú?.

—Pues lo que me mandaste decir, que estabas ocupado porque uno de tus amigos se murió y que no podrías venir.

—¿Sólo eso?.

—Bueno... No te vayas a enojar, juro que se me salió, cuando menos ví ya lo había dicho. Le mencioné que tengo la hipótesis de que sentías algo por el psicólogo.

¿Tan obvio es? Bueno, posiblemente lo sea porque sí me alteré, no quería hacer un show pero no lo pude evitar, realmente me cayó de sorpresa, fue todo muy rápido y me duele mucho que haya pasado. En fin, a estas alturas ya no importa si lo sabe Rusia o no, igual no creo que le vaya a decir a nadie y aunque lo dijera tampoco importaría, ya está muerto.

—Gracias, yo creo que le voy a marcar por teléfono a ver qué me dice.—Le contesto.

—¡Ya le dijo que la ama!.—Francia le da a Enrique pequeños golpecitos en el brazo muy emocionado para que mire el televisor.

—¡Ay, me lo perdí!.

Camino de nuevo hacia mi cuarto a tirarme en la cama boca abajo, apoyo la barbilla en la cama y miro la caja de las cenizas, la puse en mi buró.

Maldita sea, todo iba tan bien. Demasiado bien para ser cierto.

No debí traerlo, si lo hubiera dejado en su país estaría vivo. Siento que mi corazón empieza a latir pesadamente ante esa realización, no lo había pensado así. Sólo quería seguir teniéndolo cerca, pensé que era una buena oportunidad para acercarme a él y lo fue pero pues... No acabó exactamente como yo quería.

El nudo de mi garganta vuelve a aparecer, me ha estado acompañando casi todo el tiempo desde la noche del accidente, estoy empezando a hartarme, pero una vez Dom me dijo que no es bueno aguantarse las ganas de llorar porque guardas emociones negativas y es una bomba de tiempo que tarde o temprano va a explotar. Si estuviera aquí me regañaría por hacerlo.

Sonrío nostálgico, aprendí tantas cosas de él, realmente lo voy a extrañar.

Por cierto, Francia publicó un anuncio en su cuenta de Twitter para buscar a los amigos de Dom. Escribió un texto medio largo, pero lo podemos resumir en que Dom falleció y que si alguien lo conocía se comunicara a un número telefónico que es de su secretaria. Eso fue hoy por la mañana y hasta el momento nadie ha llamado.

Después de volver a llorar un rato me levanto y salgo del cuarto, he notado que si me quedo solo me pongo más triste que estando acompañado así que voy a salir a ver novelas con Peña y Francia, así puedo seguir llorando y echarle la culpa a los dramas de Televisa.

—Señor—Liliana me intercepta cuando salgo de mi cuarto—Ahorita me metí a darle una limpiadita al cuarto donde estaba el joven Rusia, y dejó estos dos papeles, ¿Los tiro o se los dejo a usted?.—Me enseña dos hojas dobladas.

—¿Son importantes?.

—No sé, señor, no los abrí.

—Déjamelos, no vaya a ser la de malas que sí sean importantes.

Me da las dos hojas, no quiero ser metiche pero tampoco quiero guardar los papeles sin saber qué tan importantes son, con mi memoria de teflón se me va a olvidar dónde los dejé y si los pierdo me voy a sentir muy culpable pensando que tal vez sí tenían mucha importancia.

Desdoblo la primera hoja, no conocía la letra de Rusia, su letra de molde es algo desordenada, se entiende lo que escribe, no diría que es bonita pero tampoco que es horrible, en cambio, su letra cursiva sí es muy linda, que envidia, a mí no me sale.

"Querida Estonia" Son las primeras palabras que están escritas en el papel, es una carta y no debo leer cartas ajenas.

La empiezo a doblar, pero veo mi nombre entre las letras, ah, caray. La curiosidad (Por no decir el chisme) me llama y no puedo evitar leerla.

La leo lenta y detenidamente, al principio es una carta normal para su hermana, hasta que menciona que se enamoró de... ¿Mí? Continúo leyendo con el papel cada vez más cerca de mis ojos, no puedo creer lo que estoy viendo. Vuelvo a doblar la hoja y abro la otra, también es una carta, también habla de mí.

—No me chingues.—Susurro para mí mismo bajando ambas hojas cuando termino de leer la segunda. Con razón se fue, esto explica muchas cosas

La cosa va de mal en peor.

Anorexia (Rusmex)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora