BEATRICE PRIOR
Apenas estaba amaneciendo cuando Fabian, un grupo de guardias eruditos y yo marchamos hacia la facción de Verdad. Me gustó la sensación del frío doloroso sobre mis mejillas, cómo estas debían estar rojas por las bajas temperaturas. Hace unos meses hubiera odiado tener una misión a estas alturas del invierno. Ahora no podía estar más agradecida de salir fuera de esas paredes metálicas.
—¿Hace falta repasar el plan? —el grito de Fabian me despertó de mis divagaciones. Obviamente, las palabras eran para los seis guardias que venían a unos pasos por detrás, pero su mirada oscura estaba puesta en mí.
La negativa fue rotunda. Al fin y al cabo, el haber dudado hubiera puesto su puesto de trabajo en peligro, pues un erudito debía entender todo a la primera. Sin dudas. Sin errores. No obstante, no creo que hubiera pasado nada por haber preguntado, pues Fabian no era el tipo de hombre que clava puñales por la espalda y yo...bueno, digamos que no soy afán de hablar con Jeanine, así que cuanto menos tenga que verla, mejor.
Era muy consciente de lo que habían hecho conmigo. Llevaba presa un poco más de medio año en Erudición, y mi estadía no había sido agradable. No, ni siquiera había sido soportable. Los primeros meses fueron los peores, pero de alguna manera mi cabeza bloqueaba esos recuerdos. Me habían obligado a apagar mis sentimientos. Lo sentía. Lo supe cuando veía a parejas de eruditos expresando amor a su manera, cuando veía a niños llorar cuando suspendían alguna prueba, cuando alguien estaba herido o moría. Nada, no podía sentir lo que ellos. Me borraron la capacidad de poder comprender lo que sienten las personas. Y aunque la mayoría de las veces ni siquiera soy consciente de ello, por la noche soñaba con esas emociones que una vez tuve. Ahí, y solo ahí, sentía el vacío que se extendía por mi pecho. Empecé a dejar de dormir cuando no pude pararlo. Ahora, a pesar de que era incapaz de llorar, de reír de verdad o de enamorarme; me frustraba a menudo, pues sabía que me faltaba algo.
Y Jeanine era la responsable.
—¿Tienes frío?
Alcé la mirada hacia Fabian. Su ceño estaba ligeramente fruncido y sus manos se estaban alzando para coger las solapas de su abrigo. A veces sus acciones me confundían. Ningún erudito te daría nunca un abrigo cuando a él no le sobran. Y a Fabian no le sobraba. Entonces, ¿por qué esa amabilidad ciega?
—Estoy bien, no te quites el abrigo.
—Espero que nuestra visita a Verdad te haga ser más sincera. Estás temblando, Beatrice. —No había terminado de hablar cuando sentí la calidez de su abrigo azul sobre mis hombros.
Estaba tan inmersa en mis pensamientos que ni me había dado cuenta de que estaba tiritando, aunque no sabía bien si era por el frío. Asentí con agradecimiento hacia mi compañero. —Te la devuelvo antes de llegar.
No hablamos mucho más el resto del camino. Mi mente se fue despojando según avanzábamos a un paso ligero pero seguro. A veces me daba por pensar en mis padres, pero ya no sentía esa melancolía como hacía meses. Sin embargo, eran recuerdos agradables que me ayudaban a permanecer tranquila. Fabian se pasó medio camino silbando canciones que no había escuchado en la vida, pero, sorprendentemente, no le dije que se callara. Supongo que era una de las pocas personas que me caían bien en ese lugar.
Caían pequeñas gotas de lluvia cuando divisamos la sede de Verdad. No había mucha gente alrededor como era de esperar. Sin embargo, a unos cuantos metros de la entrada, apartados del resto, había un grupo de personas vestidos de negro. Un cosquilleo me bajó por los brazos, durmiéndome los dedos durante unos segundos. Mis amigos. Mi facción. Mi familia. Los pies dejaron de funcionarme, pero qué podía esperar, si nunca pensé que volvería a verlos. Los observé desde la lejanía. Hablaban con alegría, pero manteniendo el tono, no como en Osadía desde luego. Movían las manos con efusividad, tenían los ojos muy abiertos y el pecho hinchado. Se notaba que estaban preparados para la acción.
Ahí fue cuando la vi. Entre las manchas oscuras, era imposible no fijarse en lo pequeña que era en comparación con el resto. Seguía teniendo el mismo pelo corto oscuro de siempre, pero una trenza hecha de piel colgaba de su raíz. Se me cortó la respiración cuando volví a verla.
Salí corriendo sin pensarlo.
—¡Christina!
Justo cuando todos centraron la atención hacia donde estaba, sentí un tirón en el brazo que me hizo perder el equilibrio y caer hacia atrás. A mi alrededor, los eruditos cargaron la pistola a medida que el jaleo se fue extendiendo por toda la facción. Fabian, sin soltarme, se colocó a mi espalda y envolvió su mano alrededor de mis muñecas.
—¿Qué haces, Beatrice? —me susurró al oído.
No le contesté. Estaba pendiente de lo que sucedía a unos metros de nosotros. La conmoción. Los osados. Christina y Will nos observaban pálidos. No sabían qué hacer, pero más y más osados fueron saliendo del edificio con armas directas a nosotros. Ellos sabían que no teníamos ninguna posibilidad.
Sentí el cañón de la pistola en mi sien. Cerré los ojos, tiritando.
—¡Bajad las armas o le vuelo la cabeza! —gritó uno de los guardias eruditos.
—¡Tris!
Escuchar el que solía ser mi nombre me revolvió el estómago. Clavé la mirada en Christina, pero ella ya me estaba mirando con una mezcla de lo que parecía ser terror y alivio en su cara. Tenía las manos alzadas para que nadie disparara. Todo el mundo se sumió en un silencio tenso.
—¿Qué queréis? —esta vez fue Will quién habló.
Fabian aprovechó la ocasión para empujarme sin piedad hacia la tierra. Siseé al notar las piedras clavándose en mis rodillas, pero mantuve la cabeza gacha. —Quiero que sepáis que en el momento en el que yo o alguno de mis compañeros salgamos heridos, vuestra amiga saldrá volando en pedazos por los aires. —dijo al tiempo que cogía mi brazo y lo elevaba en el aire. — Lleva un chip con la capacidad de autodestrucción controlada por nosotros, así que mejor que bajéis las armas en este instante.
No alcé la cabeza para fijarme en cuál era su respuesta. Por un momento dudé, ¿merecería la pena salvarme para poner en riesgo a toda una facción? Probablemente no. Pero terminé escuchando el movimiento de armas, por lo que supuse que habían aceptado los términos.
—Te lo repito. —Will alzó la voz. —¿Qué queréis?
—Negociemos la libertad de Tris Prior.
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¡Hola! Como prometí, a principios de Julio volvería la historia a Wattpad y...¡Aquí está!
He de decir que vengo renovada de inspiración y creo tener una clara idea de como llevar la trama de Insurgente Sin Guerra (por fin xd)
Pero decidme, ¿os ha gustado el capítulo?
Agradecería mucho que, sobre todo, comentáseis en los capítulos para que pueda ver lo que os está pareciendo, pues no os imagináis lo mucho que motiva leeros y sentir que me acompañáis mientras escribo.
En relación con el siguiente capítulo, de momento dejamos un capítulo por semana, ¿os parece? En principio actualizaré cada sábado, pero si llegáis a un consenso sobre otro día, yo me adapto. Os leo jeje.
Sin mucho más que decir, me voy a seguir escribiendo otras historias bonitas que tengo pendientes. Si os interesan podéis seguirme en mi nueva cuenta de Wattpad:
Usedtoshine , os amaré por siempre si me seguís en esta nueva etapa jajaja <3.
Vuestra escritora más desastre,
Lu <3
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Insurgente ¿Sin guerra?
FanfictionLa vida en Chicago no era la misma desde el día en que la guerra estalló. Ni siquiera sabía si a mi situación se le podía llegar a considerar vida. Había perdido la noción del tiempo y no ser capaz de distinguir entre la luz y la oscuridad me estaba...