Tobias Eaton
El dolor de cabeza amenazaba con destruir mis sienes de tanto masaje en un intento de aliviar la intensidad. Mis pies seguían adormecidos y resentidos, quejándose por el esfuerzo continuo de estos últimos días hasta llegar a la sede de Abnegación sin poder coger trenes por seguridad. Tenía la garganta escocida y mis nudillos ardían en carne viva, un reflejo de mi falta de estribos.
Sin embargo, estaba ignorando por completo a todos estos dolores hasta que me olvidara de que estaba hecho mierda, pues tenía algo más importante que hacer, algo que provocaba que todo lo demás no valiera la pena.
Eché una ojeada donde Zeke yacía dormido por el agotamiento. Yo debería estar haciendo lo mismo, fingir por unas horas que nada ha ocurrido e intentar echar una cabezada, mas mi cabeza no tenía esos planes para mí, y mi corazón menos.
Me calcé las botas sin dejar la mirada de las facciones relajadas de mi amigo y me puse la chaqueta, donde guardaba una pistola con doble deposito.
Suspiré, la decisión estaba tomada. No podía quedarme de brazos cruzados sin saber cómo estaba...sin saber si aún seguía con vida.
Agité mi cabeza para sacar ese pensamiento fuera. Por supuesto que estaba viva, Tris sabía cuidarse bien por su cuenta.
Agarré el pomo de la puerta de madera de roble y lo giré con suma precaución para hacer el mínimo ruido, e incluso si era capaz, pasar desapercibido del propio silencio. Abrí la puerta con lentitud para que no produjera ningún chirrido inesperado y cuando estuvo lo suficientemente abierta para mi cuerpo, me colé entre ella.
-Cuatro.- Cerré los ojos con fuerza y me tragué una maldición.- ¿Dónde vas?
-A por agua.- Le respondí con los dedos cruzados.
-Tenemos agua en la habitación.- Apuntó.
Me giré para ver su rostro escondido entre las sombras.- Prefiero algún refresco.
-¿Y por eso te pones la chaqueta?- Preguntó con una ceja enarcada.
-Hace frío.- Contesté comenzando a irritarme su sarta de preguntas. Podía ahorrarse el interrogatorio, ya sabía la razón de mi desvelo.
-Nunca te ha importado la mierda de la temperatura.- Escupió.- Ya hablamos de esto.
-Y ya te dije cual era mi decisión.- Contesté en un susurro enfadado.
-No podemos dejarte ir, tenemos que estar listos.- Intentó razonar.
-Yo estoy listo.- Dije alzando la vista al techo para luego volver a fijarme en sus ojos.- Lo siento.
-Tío, no.- Me dijo, pero yo ya estaba caminando lejos de la habitación. Escuché un tirón de su parte a parte del sonido del metal y ahí supe que finalmente se percató de que lo había atado a la cama. Solo por precaución, no podía estropear el plan.- ¡Cuatro!
Seguí andando por la pequeña casa grisácea y aburrida en la que nos habían acogido como todos los abnegados lo habían hecho con nosotros por orden de Marcus, al que no había querido ver desde que llegué. Ni pensaba hacerlo en un futuro cercano.
Cuando abrí la puerta de entrada las luces de la casa se encendieron, revelando al matrimonio de ancianos con unas expresiones de confusión y sueño.
-¿Qué ocurre..?- Preguntó la mujer mirándome.
No me paré a responder, ya que Zeke comenzó a gritar que me atraparan. Salí a la calle, consciente de como el viento helado chocó con todo mi cuerpo, haciendo que las heridas aún abiertas de los nudillos me escocieran.
Ya estaba fuera, ahora solo debía coger un tren lo antes posible e ir a Erudición, donde seguramente estaría de rehén por esos hijos de...
-¿Cuatro?- La voz de Uriah me sorprendió entre las casas camufladas en la oscuridad de la noche. El humo que salía de su boca, a diferencia del mío, era del cigarro que mantenía en sus dedos y no del frío. Fueron unos segundos los que tardó en comprender la situación, lo que me sirvió para echar a correr lejos de él.- ¡Cuatro!- Esta vez gritó, sin una pizca de incertidumbre en su tono de voz.
No me importaron en absoluto el aumento de las luces encendidas de las casas abnegadas, probablemente desveladas por el alboroto que estaba montando.
-¡Cuatro, para!- Volvió a gritar Uriah, a sabiendas que yo era más rápido que él.
Negué para mí mismo, no podía parar, no podía estar ni un minuto más sin ella. Tenía que encontrarla, debía salvarla.
Repentinamente, un peso se chocó contra mis piernas, provocando que perdiera el equilibrio y cayera al asfalto en un golpe seco. Hice una mueca pero me levanté al instante, comprobando que Uriah me había lanzado un tronco de leña.
Este se abalanzó sobre mí, volviendo a caer al suelo por segunda vez.
-Uriah, no quiero hacerte daño, suéltame.- Le advertí intentando soltarme de su agarre.
-No puedo hacerlo, lo siento.
-¡Déjame!- Grité más alterado. Pataleé para distraer a Uriah y le propiné un empujón para alejarlo de mí.
No obstante, no había terminado de levantarme cuando Zeke entró de lleno y me devolvió al suelo. Por tercera vez en la noche.
-¡Mierda!- Maldije atizando un golpe en el pecho de este, provocando que perdiera la respiración por unos segundos.
-Agárralo, Uriah.- Dijo jadeante a su hermano, quien no tardó en agarrarme del otro brazo, dejándome totalmente inmovilizado en el suelo.
-¡Moveos! ¡Quitaros de encima, maldita sea!- Me retorcí como un gusano, pero ellos no bajaron la intensidad con la me amarraban.
-Lo hacemos por tu bien.- Intervino Uriah.- Solo vas a buscar una muerte segura.
-¿No lo entiendes todavía?- Exclamé en una pregunta.- ¡Haría lo que fuera por ella! ¡Me estoy muriendo aquí sin saber cómo está, así que suéltame y déjame seguir con mis decisiones!- Grité ignorando las personas curiosas que se estaban comenzando a asomar.
Los hermanos se quedaron unos segundos en silencio impactados.
-Nosotros también la echamos de menos, hermano. Te entendemos pero...
-¡No, no lo entendéis!- Dije entre dientes.- La quiero...- Fui bajando el tono de voz al igual que mis fuerzas.- Me estoy muriendo por dentro...
Entonces dejé que las lágrimas salieran con libertad. Lloré por todas las veces que había pensado en ella y me había visto obligado a reprimir el sentimiento de vacío que inundaba mi cuerpo como si de veneno se tratase. Lloré sin importarme que mis amigos me observaran con pena, sin saber qué hacer o decir. Lloré imaginando que ella volvería y me haría ver que no tenía razones para derramar ni una sola lágrima más.
Dejé de insistir en un momento determinado, con las lágrimas de culpa resbalando por mis gélidas mejillas. Le estaba fallando de nuevo, le prometí que nunca le pasaría nada y le fallé. Aún seguía fallándole por no hacer nada al respecto.
Necesitaba verla. La necesitaba.
**********
OMGG Que bienvenida más intensa.
¿Para que andarnos con tonterías? ¡Directos al grano!
¿Os ha gustado el comienzo de la continuación? Yo estoy sufriendo por Cuatro y Tris, pero Cuatro me ha llegado al corazoncito con su vulnerabilidad.
¡Nos leemos prontiiito!
-Luuh
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Insurgente ¿Sin guerra?
Fiksi PenggemarLa vida en Chicago no era la misma desde el día en que la guerra estalló. Ni siquiera sabía si a mi situación se le podía llegar a considerar vida. Había perdido la noción del tiempo y no ser capaz de distinguir entre la luz y la oscuridad me estaba...