CAPÍTULO 04

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-¿Ya no sonríes tanto, eh?- Pregunté en una sonrisa torcida, observando con una merecida satisfacción la mandíbula enrojecida que iba a juego con el ojo que comenzaba a tornarse de un color morado del guardia enfurecido.

Cuando desperté esa mañana, si es que estaba en esa parte del día, pensé que iba a ser como todos los eternos días desde que estaba aquí, monótonos. Sin embargo, me sorprendí cuando mi desayuno ya estaba preparado en la minúscula mesa, acompañado de dos guardias que me instaron a comer a prisa para salir de la celda. En ese momento hubiera deseado haber seguido durmiendo, ya que mis instintos prácticamente me gritaban que algo malo ocurriría.

-¿Y a dónde vamos?- Pregunté dando pequeños golpes con la cuchara contra la cerámica del plato ya vacío.

No recibí respuesta alguna como era de costumbre, por lo que las repeticiones de los golpes fueron más rápidos e insistentes.

-Pareces una niña pequeña que no está consiguiendo lo que quiere.- Se quejó uno de los guardias.- ¿Nunca te lo han dicho?

-¿Quieres una piruleta para que se te vaya el berrinche?- Se burló el otro con una sonrisa burlona.

Entrecerré los ojos con ira contenida.- Quiero que sigas sonriendo cuando patee tu trasero, escoria.

La reacción de los guardias fue la esperada de dos personas muy seguras de sí mismas y de unos ignorantes que querían atacar sin conocer al enemigo. Decidí mantener mis labios sellados y observar en un silencio paciente como los guardias seguían pavoneándose, cantando victoria demasiado pronto.

Me levanté de mi sitio con una tranquilidad fingida y extendí mis muñecas para que estas fueran esposadas. Ja, no me hacían falta para el propósito que me traía entre manos, y nunca mejor dicho.

-¿Podéis decirme al menos una pista?-Pregunté por última vez, mas la respuesta fue la misma.-Como queráis.- A este juego podían jugar dos, incluso tres.- Me hace gracia que cumpláis órdenes sin saber la finalidad. Me llamáis infantil, ¿pero vosotros? Creo que tenéis complejo de títere.

-Al menos sabemos que nosotros no estamos presos.-Uno de los guardias, el que se burló de mi anteriormente, contestó.

-¿De verdad?-Solté una carcajada vacía de humor.-Os obligan a vigilar a una chica que os podría partir el cuello en un minuto sin saber por qué. Estamos en la misma situación, e incluso yo sé por qué estoy aquí.

Pude observar como los rostros de los guardias se transformaban en incertidumbre. Como había supuesto, eran demasiado estúpidos y manipulables, por eso estaban aquí.

-¿Y qué sabes?-Se dignó ha hablar el otro guardia.

Entonces jugué a su juego, mirando al horizonte sin abrir la boca.

Escuché el gruñido de desaprobación.-Habla ahora o lo pagarás.

-No puedo, hay demasiado bullicio y las paredes escuchan mejor que nadie.

Los guardias se miraron entre ellos y pude notar la decisión que tomaron, esto había sido demasiado fácil. Me tomaron de las esposas y me desviaron del camino a un pasillo no transitado. Me empujaron contra la pared.

-Habla todo lo que sepas.-Dijo el guardia burlón, ahora con una curiosidad que no le cabía en el pecho.

-Chicos...-Hice una pausa dramática con una pequeña sonrisa.-La curiosidad mató al gato, ¿nunca os lo habían dicho?-Hice énfasis en la pregunta y cuando me quise dar cuenta me había lanzado a uno de ellos, golpeando su estómago.

Insurgente ¿Sin guerra?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora