TRIS PRIOR
Mantuve la mirada fija en el horizonte, como si mi cabeza estuviese en otro lugar al igual que mi alma. Hice mi mayor esfuerzo para relajar los hombros y desenredar el nudo de dedos que había ido formando de manera inconsciente.
Los guardias de Erudición que resultaban ser osados no eran ni de lejos estúpidos, sabían quién era y me habían visto actuar en situaciones de acción. No me dejarían fuera de su vista tan fácilmente. No obstante, no era a la única prisionera que vigilaban, por lo que no dejaba de tener la ilusa esperanza de que me descuidaran un minuto.
Suspiré con pesadez y mi tumbé en el colchón que me habían dejado en la celda; me di la vuelta y cerré los ojos para aumentar el sentido del oído. Nada, no se escuchaba ni siquiera una respiración a parte de la mía, y me estaba comenzando a exasperar. Estaba tan acostumbrada a escuchar los continuos gritos de euforia, el metal de las armas siendo clavado en superficies, las risas, los llantos reprimidos de heridas profundas... que repentinamente escuchar con un poco de suerte mis pensamientos me estaba rompiendo. Sin embargo, sabía que por muy poco ruido que hubiera, solo bastaba un paso en falso para que una pistola me apuntara a la sien.
Entonces lo escuché, fui capaz de oír el repiqueteo de botas contra el suelo alejándose de mi celda. Abrí los ojos de golpe y me tensé unos segundos en mi posición. ¿Debería arriesgarme o ser prudente y quedarme a esperar a que algo ocurriese?
La horquilla quemaba en mi bolsillo como si estuviera en llamas, vociferando que dejara de dar vueltas en el mismo círculo de siempre.
A la mierda, era de Osadía por algo, no solo por llevar el nombre.
Me levanté con cautela de no despertar el chirrido de los muelles del colchón y me quité en silencio las botas para no hacer el más mínimo ruido. Me acerqué a la puerta y saqué con un leve temblor que no podía evitar la horquilla que había ocultado de todos los guardias que me registraron al inicio. Abrí la horquilla y empecé a trastear con la cerradura.
-Vamos...-Susurré mordiendo mi labio inferior con fuerza.
El chasquido de la puerta de la celda me hizo abrir los ojos con sorpresa. Si que era fácil abrir una puerta con una minúscula horquilla indiferente.
Me quedé parada unos segundos para tranquilizar las ganas de salir corriendo sin pensar en las personas que podrían matarme aquí si me ven fuera, es decir, todas.
Primero asomé la cabeza para mirar a ambos lados y comprobar que no había nadie. Al ver que todo estaba despejado una sensación de inseguridad se instaló en mi cuerpo pero no decidí no darle mucha importancia. Tenía que salir de aquí.
Caminé por el pasillo, el frío de los azulejos traspasando la fina tela de los calcetines de un blanco roto.
-¡Chs! ¡Chs!- Mis puños se cerraron y mi cuerpo se alarmó al segundo que escuché ese siseo. Me di la vuelta y lancé mi puño sin saber quien había detrás, por lo que únicamente golpeé el aire.
-Recuérdame que nunca te pille desprevenida. Jesús, que miedo y eso que estoy dentro.- Giré la cabeza en dirección a una de las celdas donde un chico yacía en el suelo con una expresión de asombro.
Apreté la mandíbula para no gritar en su cara el susto que me había dado y seguí caminando evitando mis impulsos.
-¡Espera! ¡Por favor, ayúdame!- Aminoré el paso pero no volteé la vista atrás.- ¡Quiero salir de aquí!-Siguió susurrando con alteración.-¡Tengo...tengo un cuchillo, puedo dártelo si me dejas salir!
Frené de golpe. No tenía arma para atacar en caso de tener que pelear. Cerré los ojos con fuerza, no quería tener que proteger a nadie, debía concentrarme en salir de aquí sin ninguna otra preocupación. Si sacaba a ese chico de ahí se pegaría como una lapa a mi lado, pues mucha pinta de luchador no tenía, y eso que solo le había dedicado una mirada envuelta en furia retenida.
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Insurgente ¿Sin guerra?
FanfictionLa vida en Chicago no era la misma desde el día en que la guerra estalló. Ni siquiera sabía si a mi situación se le podía llegar a considerar vida. Había perdido la noción del tiempo y no ser capaz de distinguir entre la luz y la oscuridad me estaba...