De Casinos y otros vicios

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Se levantó pasadas las nueve de la mañana, envuelta entre unos brazos desconocidos para ella. Debieron moverse mucho mientras dormían, puesto que ahora Hannah estaba escondida en el pecho de Kory. La diferencia de tamaños la hacía sentir pequeña a su lado, levantó un poco la cabeza para observar su rostro totalmente dormido, después de todo cinco años sin descansar debían pesar bastante. Se veía imperturbable, como si el mundo pudiera acabarse y ella no lo sentiría. Sin embargo, Hannah estaba muy equivocada pues un solo movimiento bastó para hacerla abrir los ojos despacio. Se restregó la cara con una mano y le regaló un guiño bastante sensual antes de levantarse ligeramente, apoyada sobre sus codos.

— ¿Qué hora es? — preguntó bostezando.

— Mm... no lo sé — la azabache estiró su brazo para alcanzar su teléfono — nueve y cuarenta y tres... aún tenemos tiempo, ¿no? — La mayor solo asintió y se volvió a echar, esta vez boca abajo.

Hannah río al verla restregarse contra la almohada, como un gato buscando acomodo, se veía pacífica e inocente. Pero bien dicen que los felinos son engañosos, y con una agilidad propia de ellos volvió a atraparla en su pecho, aferrandose a su cuerpo como un niño a su peluche favorito. Sabia que no tenia caso luchar con ella, su fuerza la superaba con creces, así que se limitó a mirarla mientras la rubia cerraba los ojos despacio. Se movió un poco para quedar a su altura.

— Kory... — la llamó, pero sólo recibió un '¿mm?' como respuesta — Sobre esa noche... — la mayor sabía a que noche se refería por lo que abrió un ojo ligeramente — Lo lamento — dijo apenada.

Mann se levantó, sentándose en la cama — No, soy yo quién te debe una disculpa — sabía que era así, pero le estaba costando un montón tragarse su orgullo — Tú eres una joven muy hermosa Hannah, pero sigues siendo menor de edad y tienes pareja, he sido yo la que ha cruzado los límites tan solo por dejarme llevar del momento — le explicó pausadamente.

— Pero soy yo quien más debe respetar esos límites, tú no le debes nada a Taylor, no tienes ningún compromiso con ella, aún así te deje besarme y te devolví el beso — Hannah se cubrió el rostro, entre apenada y arrepentida.

— ¿Le has dicho? — preguntó por curiosidad.

— Seguí tu consejo, pero la culpa me la pone difícil — miró al techo perdida en sus pensamientos.

— Ya es muy tarde para arrepentirte, si se lo cuentas ahora, creerá que ha pasado algo más en este viaje — la miró de reojo y la vio cubrirse los ojos con su antebrazo — sobre todo si la has bloqueado toda la noche — concluyó.

— ¿Ah? ¿Qué? — Hannah se levantó confusa, estaba segura que Kory estaba dormida cuando lo hizo — ¿Cómo sabes eso? — preguntó tomándola de la barbilla en un arranque de valentía. La rubia se sorprendió pero solo sonrió pícaramente.

— Ayer tu teléfono no paraba de vibrar y hoy... ¿escuchas eso? — le preguntó tomándola de la muñeca con fuerza — Exacto, silencio — la azabache solo pudo admirar lo lista que era la mujer frente a ella. Sus observaciones superaban lo superficial por mucho, como si no hubiera gesto que se le escapara, captando cada cambio por muy pequeño que fuera. Sin duda su capacidad deductiva estaba a años luz de cualquiera que hubiera conocimos hasta ese momento.

— Estás demente — fue lo único que respondió.

— Desbloqueala y resuelvan sus problemas cómo personas razonables — le sugirió — No te acostumbres a tener relaciones inestables, aún eres joven y puede que cometas muchos errores, pero no eres una tonta Hannah Black... Ahora ve a tu habitación y arréglate, no creo que podamos dormir más — la rubia tenía razón y ella lo sabia, tomó su teléfono y con algo de fastidio desbloqueó a Taylor, casi al instante recibió una llamada. Miró a Kory caminar al baño con elegancia, sin mirar atrás y se dispuso a contestar.

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