Problemas De Familia

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Era pasada media noche del viernes cuando recibió la fatídica llamada. Salió de la cama sin detenerse si quiera para ponerse los zapatos. La noticia la desorientó por completo, no sentía las manos ni la cara, y las ganas de vomitar amenazaban con hacerla devolver la cena.

Condujo descalza hasta la urgencia. Dadas las altas horas, era imposible conseguir a los médicos de cabecera de su abuelo, por lo que optaron por llevarlo con Roma.

Su salud había decaído en un instante, antes de acostarse a dormir se aquejó de un ligero dolor de cabeza, pero al cabo de unas horas se hizo insoportable. Cuando Victoria Mann despertó, agitada por los bruscos movimientos de su marido, lo encontró con medio cuerpo paralizado y la lengua enredada.

Desesperada, llamó a su hijo mayor. Jhon llegó hecho un loco, tomando a su padre y dirigiéndose a la unidad médica más cercana. Caleb, quien lo acompañaba, fue el encargado de avisar al resto de sus familiares.

Kory llegó tambaleante, corriendo entre los paramédicos. Para cuando llegó, Michael ya había sido transferido a la unidad de cuidados intensivos. Roma la detuvo en la entrada.

— Apártate — le exigió agitada.

— No puedes pasar, Kory — le rompía el corazón tener que usar esa actitud con ella, más al verla en ese estado tan deplorable.

— Roma, por favor, tengo que verlo — le suplicó, pero la médico tuvo que negarse de nuevo.

— Espera con tu familia, me aseguraré de que todo esté bien y vendré a informarte — la empujó suavemente del pecho, cerrando la puerta en su cara con todo el pesar del mundo.

Mann retrocedió unos pasos, chocando con el pecho de Caleb — Ven, siéntate — su primo la tomó de la mano, dirigiéndola a la sala de espera.

Al entrar encontró a Jhon consolando a Victoria. Su abuela apenas levantó la cabeza, dedicándole una mirada de desprecio. Era increíble como no podía dejar su odio a un lado, ni si quiera en un momento tan delicado.

Su abuela Victoria Miller, quien después de casada tomó el apellido de su esposo, siempre la había repudiado. A ella le importaba una mierda, si tenía que ser sincera, por lo que nunca preguntó a que se debía su rechazo. Sin embargo, había escuchado repetidas veces que su abuela no gustaba de su madre, Annie Rossi, rechazando totalmente su matrimonio con su hijo menor.

Al ser ella la única muestra viviente de su amor, era esperado que no sintiera ni un poco de cariño hacía su persona.

— El tio Xavier ha tomado un vuelo con sus hijos, estarán aquí en unas horas — informó Caleb a su padre.

— Tranquila madre, todo estará bien — la abrazó con fuerza, para luego ayudar a su sobrina.

Era evidente que Kory estaba jodida. Se le veía pálida y sin fuerza, como si fuese ella la que necesitaba atención médica, pero nunca esperó que Jhon acudiera en su ayuda.

— No deberías estar aquí, sabes como se pone mamá cuando estás presente — susurró en su oído. Claro, no podía esperar un poco de gentileza de su tio — Vete a otro sitio hasta que se calme — le exigió.

La joven hubiera discutido con él, si tuviera fuerzas para hacerlo. Camino derrotada, saliendo por donde había entrado, bajo la atenta y entristecida mirada de Caleb.

Sus pies la llevaron de vuelta a la puerta de la unidad, donde se sentó a un lado hecha un ovillo. Pasaron varios minutos antes de que Simons saliera, su corazón dio un vuelco a verla ahí, sola y aferrada a sus rodillas como una niña abandonada.

— Kory, ¿qué haces ahí, cielo? — se puso de cuclillas para poder estar a su altura — ¿por qué no estás con tu familia? — preguntó nuevamente.

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