Amar a un Soldado

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Una semana entera había pasado desde su llegada a Madrid. Todo parecía muy tranquilo, los vecinos las visitaban constantemente, felices de ver nuevamente a la hija de Annie.

Hannah empezó a fastidiarse un par de días atrás. Notaba que algo andaba mal, y le molestaba sentir que venían a ver a su prometida para cuchichear a sus espaldas, como si fuera una atracción de circo.

No entendía que rumoreaban, pero los había visto pasar por la casa con los ojos muy abiertos o sentarse a pleno sol de medio día en sus porches como si esperaban que algo pasara. Por eso se decidió a cerrar las puertas por ese día, negada a dejar pasar un solo extraño más a su casa.

— No te enojes, mi amor, solo quieren verme — aseguró la mayor terminando de lavar los platos del almuerzo.

— Bueno, ya te vieron suficiente, te quiero solo para mí por hoy — se abrazó a su espalda, empinándose para morder su hombro.

— ¡Oye, eso dolió! — se quejó frunciendo el ceño.

— ¿Qué? Tú lo haces todo el tiempo — la miró desafiante, mordiéndose el labio inferior solo para provocarla.

Kory hizo un amague, haciendo que la pequeña Black corriera escaleras arriba. Era sorprendente lo rápido que corría cuando alguien la estaba persiguiendo, pero sus piernas, mucho mas cortas que las de su novia, no eran suficientes para dejarla atrás.

La tomó de la cintura al llegar al pasillo — Te atrapé — dijo sonriendo.

— Hace mucho — respondió la menor, besando sus labios.

Abrió la puerta del cuarto, permitiéndole entrar primero. La cama lucía apetecible, el clima estaba perfecto para calentarse a besos, pero justo después de acostarse, un ruido en la planta baja llamó la atención de la joven rubia.

Se levantó de golpe, afinando el oído — Quédate aquí — le ordenó.

— ¿Qué pasa? — preguntó la azabache asustada.

— ¡Quédate aquí! — repitió seriamente asomándose tras la puerta.

Apenas caminó unos pasos cautelosamente, cuando la silueta de una mujer apareció en la cima de las escaleras. La mujer corrió escaleras abajo como alma que lleva el diablo, sintiendo como Mann la seguía a toda velocidad.

Alcanzó a tomarla del brazo justo antes que ella agarrara el picaporte.

— ¡¡¡AYUDA, QUE ALGUIEN ME AYUDE!!! — gritó desesperada — ¡¡¡LADRONES!!! — siguió vociferando, aturdiendo a la joven — ¡Suéltame, sucia rata! — dijo forcejeando.

— ¿¡Yo!? ¿¡Qué mierda haces en MI casa!? — respondió halandola con más fuerza.

— ¿¡Tú casa!? ¿¡Quién te crees... — entonces la miró, reconociendo esos hermosos ojos de inmediato — Annie...

— No, Kory, su hija — la corrigió sin analizarla.

Poco a poco fue reconociendo en su rostro los rasgos del amor de su vida. No pudo respirar, y su mano perdió toda su fuerza, soltando a esa mujer.

— ¿Kory? ¿Qué pasa? ¿Quién es? — desde las escaleras, Hannah podía ver la espalda de su prometida ocultando la silueta de alguien.

Mann no tuvo otra opción. Después de intercalar miradas entre las dos mujeres, se apartó lentamente, dejando que madre e hija se encontraran por primera vez.

La pequeña Black, quien ya caminaba escaleras abajo, se detuvo de golpe. Kassandra no podía creer lo que estaba viendo, se apoyó en el hombro de la rubia al sentir que sus piernas fallarían.

MANN BOXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora