Ángeles y Demonios

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La azabache salió de la habitación molesta, ya con su uniforme después de una corta ducha. La alarma había perturbado su hermoso sueño, y encontrarse sola en la cama, solo había asentado su mal humor.

— Piensa que va a huir de mí esa...

— ¿Con quién hablas? — su padre salió con la misma cara que ella.

En ese momento era innegable su parentesco. Sus gestos de fastidio eran exactamente los mismos, y se adornaban con las mismas ojeras, producto de las escasas horas de sueño.

Bajaron las escaleras, encontrando a sus respectivas parejas jugando ajedrez en el comedor. Ambos ladearon la cabeza hacia el mismo lado, frunciendo el ceño.

— Puedo ver un patrón — dijo el mayor al notar la similitud de las dos mujeres.

Rubias, altas, de ojos claros y tez blanca. Podrían pasar por madre e hija sin dificultad.

— Soy tu hija, ¿qué esperabas? — contestó la menor negando con la cabeza y conteniendo la risa.

Ambas rubias levantaron la mirada — Buenos días — dijeron al unísono.

— Me están destrozando — informó Susan cuando Thomas besó su cabeza.

— Te advertí que era buena — comentó Kory al recibir el mismo gesto de su novia.

Padre e hija se sentaron a su lado sin mencionar una palabra. Gruñeron al tratar de agarrar el mismo trozo de piña del plato.

— Uh, parece que los Black no están de humor hoy — Mann asintió, dándole la razón.

Sabía que lo que estaba por decir solo aumentaría el mal genio de su novia, pero no le quedaba de otra — Bueno... lamento tener que dejarlos tan temprano, pero debo volver a New York antes del medio día — notificó. La azabache se cruzó de brazos enojada, gesto que no pasó desapercibido.

— ¿Por qué no llevas a Hannah a la escuela? Te queda de camino al aeropuerto — sugirió la mayor.

La pequeña Black se levantó, tomando su mochila — Bien, vamos — dijo adelantándose.

La joven Mann le dió la mano a los presentes, despidiéndose cordialmente. Fue cuando se levantó que Hannah notó que llevaba puesta una de sus sudaderas. Un hoodie azul Francia que ella había comprado holgado a propósito, para que le quedara un poco largo, pero que a ella le quedaba justo a la medida.

— ¿Ese es mi hoodie? — preguntó riendo.

— Y tus joggers — respondió dando una vuelta para que la viera — Me quedaban un poco cortos así que tengo que usarlos en las caderas — se levantó la camisa para que viera como usaba la prenda negra mucho mas abajo de lo normal.

La abrazó olvidando su mal humor, tomando su mano con delicadeza — solo te falta...

— ¿Una gorra? La tengo — completo mostrándole una gorra negra Adidas.

— ¡Saqueaste mi closet! — exclamó cubriéndose la boca de la impresión.

— Piénsalo bien linda, si ya me puse tu ropa, algún día tendrás que quitármela — abrió la puerta del auto para su chica.

Rápidamente emprendieron su camino hacía el colegio de la menor — ¿por qué me miras así? — la cuestionó después de pillarla observándola de reojo.

— Te ves rara en uniforme — explicó apenada — No me malentiendas, a ti todo te queda bien, pero esto me hace recordar que eres... pequeña — enrojeció un poco.

— Pff... creo que tu asiento trasero no piensa lo mismo — contestó riendo, aumentando su sonrojo. Pellizco su mejilla halando suavemente — ¡Que bonita te ves! — la consintió como a una niña.

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