Capítulo 25

32 2 0
                                    

Año 2000

—Buenos días señores Cooper, adelante por favor. —El doctor Anniston los recibe en su oficina.

—Ya nos dieron la noticia doctor.

El doctor permanece en silencio algo apenado, mientras asiente lentamente, el tiempo de permanencia del niño había expirado y ya no podía permanecer internado si no pagaban la deuda.

—Lo siento, pero deben toda la cuenta del hospital, no podemos seguir teniéndolo en una camilla.

— ¿Entonces qué pretende? ¿Qué lo saquemos para que muera fuera de ella? —Alice se lleva una mano al pecho apenas pudiendo sacar unas palabras de su boca con un nudo en la garganta.

—No, no pretendo eso, yo sé que él tiene que estar conectado a un respirador. Pero también pueden comprar uno y tenerlo en casa resguardado.

—No tenemos dinero para pagar algo así, he pedido prestado a todos mis compañeros de trabajo para pagar el medicamento.

—Mientras la cuenta siga en la misma cifra no podemos darle nuestro servicio, y me apena de verdad. —Él se frota la sien sin más que decir, Alice y Stephen se quedan sin palabras al ver la terquedad del hospital al querer expulsar al niño.

—Hoy... —Alice suspira con los ojos húmedos— Hoy nos lo llevaremos.

—Gracias, pasen por la receta de medicamentos para que los compren y esté tomando en casa.

—Gracias por nada. —Stephen se levanta del asiento tirando maldiciones a lo bajo, Alice lo sigue a pasos rápidos fuera del consultorio.

—Gracias por cuidarlo. —Alice le agradece a la recepcionista que cuidaba de Tom detrás de su mostrador a lo lejos en la sala de estar mientras él jugaba.

— ¿Qué le dijeron? —Ella pregunta curiosa, ya existía cierta confianza por coincidir varios días cuando venían a consulta.

  —Hoy se va a casa con nosotros. —Aprieta sus labios dándole una leve sonrisa fingida, seca una lágrima de su ojo y la mujer entiende que no quiere hablar mucho del tema.

—Claro, mucha suerte con todo lo que venga.

—Gracias, Tom, vámonos a ver a tu hermano, ¿quieres?

Stephen se acerca con Tom en los brazos y él comienza a festejar asintiendo, llevaba un juguete en sus manos.

—Adivina que. —Alice dice con alegría— Hoy tendras a tu hermano en casa para jugar con él.

— ¡Si! Gracias mami, eres la mejor.

Tom une a sus padres para darles un abrazo a ambos tomándolos por sorpresa, a Alice se le escurre una lágrima en el abrazo.

—Las opciones se me agotan Alice, mi jefe me ha preguntado por qué falto tanto al trabajo, pedí que adelantaran mi sueldo y le debo a muchos de mis compañeros, ya no sé de donde sacar para comer.

—Yo ya le debo al banco, créeme que no me darán ni un sólo peso más.

— ¿Qué haremos con...?

—Cuidarlo, en casa.

—Alice, siempre te he dicho que no hay que engañarnos, nos dijeron que no tiene cura, él no sanará de un día para otro.

Stephen pronuncia cada palabra con lentitud para no sonar tan grave como lo era.

—Una madre jamás dejaría morir a su hijo.

Ángel Guardián Negro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora