-¿Y por qué estuviste pensando en mí?
-Quieres dar la impresión de que eres un hombre egoísta y cruel. Pero he llegado a la conclusión de que eres un hombre bueno.
-Yo no soy bueno -dijo él con voz de trueno, poniendo las manos en sus hombros y mirándola intensamente-. Eres tú la que eres...
-¡Oh! -exclamó ella sonrojándose-. Yo no soy tan buena. En realidad, me he sentido bastante mal alejándote de tu cama... Del sofá, quería decir.
_____ estaba avergonzada, como si se sintiera culpable. Cuando había sido él el que había alquilado aquella cabaña para seducirla.
-No te preocupes por eso -replicó él mirándose la ropa manchada ahora por el sudor-. Una noche bajo las estrellas es justo lo que necesitaba.
-Aun así, me hace sentirme mal. Prométeme que no volverás adormir fuera. Y ahora vayamos dentro. He preparado algo para desayunar.
-¿En serio? -dijo él con una sonrisa-. ¿Debo tomar eso como un premio? ¿O como un castigo?
-¡Yo sé cocinar! -exclamó ella, sacando la lengua-. Lo de la pasta de ayer no fue culpa mía. Pensé que con los fideos de arroz saldría igual la receta.
-¿Estás segura de que no tienes miedo de quedarte a solas conmigo en la cabaña? -preguntó él ardiendo de deseo, y luego añadió al verla asentir con la cabeza-: ¿Cómo lo sabes?
-Puedo sentirlo. Además, me diste tu palabra -dijo ella con una amplia sonrisa.
Ella se dirigió a la cabaña. Él se quedó mirándola unos segundos y luego la siguió, admirando las suaves curvas de su trasero moviéndose al ritmo de sus caderas. Estaba empezando a estar un poco más rellenita, observó con satisfacción. Le vino de repente una imagen de _____, redondita y embarazada de un hijo suyo.«¡Por Dios santo!», se dijo parándose en el sitio y dándose una palmada en la frente. «¡Qué cosas me vienen a la cabeza!»
-Por aquí -dijo ella.
Zayn entró en la cabaña y vio que todo estaba limpio y ordenado. Pasó por el dormitorio y salió a la terraza. El jardín conservaba aún su frescor a esas horas de la mañana. Vio que ella había puesto una pequeña mesa para dos. Junto a la cafetera, había una fuente con tostadas y mantequilla, un bol de frutas muy bien cortadas y unas flores.
-¿Lo ves? -dijo ella con una reluciente sonrisa. -¿Lo ves como sí sé cocinar?
-¿Lo dices por las frutas y las tostadas?
-Quería que la señora Vadi se quedase en casa hasta que su hija se pusiera bien. Eso no es nada malo, ¿verdad? -dijo ella con una sonrisa-Esto es lo único que sé hacer. Sé que no soy una gran cocinera, se me da mejor la limpieza. La casa está ahora más limpia, ¿no te parece?
Él apenas se había fijado en lo reluciente que estaba todo. Nunca se fijaba en el trabajo de sus empleados, daba por sentado que era su obligación hacerlo todo correctamente.
-¿Es ésa la idea que tienes de unas vacaciones? -preguntó él, apartándole un mechón de la cara-. Nunca he conocido a nadie como tú, _____. Ese interés que te tomas por la gente, tratando de ayudarlas, sin pensar nunca en ti misma. Somos tan diferentes...
-No es verdad -dijo ella inclinándose hacia él.
Era una reacción desafiante, muy propia de ella, pensó. ¿Cómo podía pensar que había algo bueno en el alma de él? Porque era una ingenua. Algo que sería evidente cuando él la sedujera, acostándose con ella con el único propósito de satisfacer su deseo egoísta y hacerle el mayor daño posible a su enemigo. Y luego la vendería por Laetitia. Ella alargó la mano y le acarició la mejilla.