Entonces, ¿en qué demonios estás pensando?
-Estoy cansada de esperar a un marido. Empiezo a pensar que quizá no exista y quiero empezar a disfrutar de la vida. Aquí y ahora... A menos que, después de todo, no me desees... Me has dicho que amas a Laetitia. Sería poco honorable por tu parte tener una aventura con otra mujer a sus espaldas. La estarías traicionando.
-Yo no soy honorable -replicó él, que seguía sujetándola por los hombros-Pero estás muy equivocada. Laetitia no es mi amante y nunca lo ha sido.
-¿Entonces... ella no es...? -balbuceó _____.
-Mis sentimientos... por Laetitia son más bien... de naturaleza...familiar -contestó él pronunciando cada palabra como si le costase...
-¿Familiar? -exclamó ella confundida-. ¿Como qué? -preguntó ella y luego añadió, al ver que él no respondía-: ¿Es tu prima? ¿Tu sobrina?... Porque creo que no es lo bastante joven para que pueda ser tu hija -él apretó los dientes y desvió la mirada- No vas a decírmelo, ¿verdad?
-No -respondió él.
-¿Porque le prometiste que no lo harías?
Él asintió ligeramente con la cabeza.
Así que ella no era su amante. Era alguien de la familia. Laetitia era un miembro de su familia, o al menos así era como él se sentía. El corazón de _____ se iluminó de pronto. Lo miró a los ojos.
-También me prometiste a mí que me besarías si te lo pedía -dijo ella, acariciándole la cara con la mano-Pues bien, ahora te lo estoy pidiendo. Bésame, bésame.
-Muy bien. De acuerdo. Que el cielo me ayude.
Posó su boca sobre la suya y la besó de forma ardiente y apasionada.
Presionó su cuerpo contra el suyo, besándola tan profundamente, que ella casi se quedó sin aliento, henchida de placer. Sintió la dureza de su virilidad sobre ella, y la robustez de su cuerpo mucho más fuerte y grande que el suyo. Ya no tenía miedo. Con las manos enredadas en su pelo, le devolvió el beso mientras jadeaba de placer e inclinaba hacia atrás el cuello. Él la besó en el cuello, al tiempo que sus manos se deslizaban sobre la fina tela de su vestido, murmurando palabras de deseo que ella no pudo oír con claridad, pero que de alguna manera sintió en su cuerpo. Tomó sus pechos con sus manos y comenzó a mordisquearle el cuello y los hombros. Ella sintió como si un fuego ardiente recorriera su cuerpo y se estremeció.
-¿Tienes frío? -le preguntó el, mirándola a los ojos.
Sin esperar respuesta, la levantó en brazos, llevándola desde las frías sombras de la terraza hacia la soleada zona de la playa. La tendió dulcemente sobre la arena cálida y blanca y se tumbó a su lado. Inclinó la cabeza a un lado y la besó. Luego se puso sobre ella apretándola con su cuerpo.
Al sentir su peso, ella sintió un intenso calor quemándola por dentro.
Apoyado en sus musculosas piernas, se quitó la camiseta negra y la dejó en la arena. Luego hizo ademán de quitarle a ella la blusa que llevaba encima.
Ella puso su mano sobre la suya.-No -susurró ella, tomándole la mano-Aquí no podemos...
-¿Por qué no? -dijo él.
-Pero...
-Este sitio es nuestro.
