-Los dos merecen arder en el infierno por lo que han hecho
-¿Qué dice? ¿De qué está hablando?
-Lo sabe de sobra -contestó él con voz desolada-. Igual que también sabe por qué he venido.
-¡No! -exclamó ella, forcejeando para tratar de soltarse-. ¿Está loco? ¡Suélteme! ¡Déjeme! Un soplo de aire le levantó el velo, dejando al descubierto su maravilloso pelo negro que llevaba recogido en un moño. _____ percibió el peligro que emanaba del cuerpo de aquel hombre extraño, y por un momento, se sintió inmersa en una pesadilla medieval de hielo, fuego y vikingos. ¡Pero aquello no era un sueño! Él la agarraba con fuerza, haciendo inútiles sus forcejeos.
-Tal como me imaginaba, es una embustera. Lo que no me esperaba era que fuera tan hermosa.
-Creo que usted se equivoca. Debe confundirme...
_____ se humedeció los labios resecos, mientras el hombre seguía atentamente cada uno de los movimientos de su lengua. El fuego que veía en su mirada provocaba en ella un ardiente calor que se extendía por todo su cuerpo, desde la boca y los pechos hasta el vientre y el centro mismo de su feminidad.
-No, no hay ninguna equivocación -dijo él fuera de sí, agarrándola ahora por los hombros-. Usted ha cometido un delito y es hora de que lo pague.
-¡Usted debe de estar borracho... o loco!-Le propinó un par de patadas en las espinillas, consiguió soltarse y salió corriendo desesperada hacia el castillo. Aquel castillo que representaba ahora para ella el calor, la música, su marido, su familia, la seguridad y la vida.
Pero no pudo llegar. Se lo impidió el desconocido. La agarró con fuerza y la levantó como una pluma, apretándola contra su pecho. Se dirigió con ella en brazos en dirección a los vehículos que había estacionados.
-¿Qué está usted haciendo? ¡Deténgase! -exclamó ella pataleando y agitando los brazos-. ¡Déjeme! ¡Socorro! ¡Que alguien me ayude!-Pero no acudió nadie. Nadie podía escuchar sus gritos en el interior del castillo, en cuyo salón de baile la orquesta tocaba alegremente un vals. Al llegar a donde estaban los tres vehículos todo terreno, el hombre la llevó al que estaba aparcado en último lugar. _____ oyó arrancar casi al mismo tiempo los tres motores. Gritó y trató de luchar denodadamente, pero su secuestrador era mucho más fuerte que ella. La empujó dentro del vehículo en la parte de atrás. Luego se sentó a su lado y cerró la puerta.
-En marcha -dijo.
El conductor pisó el acelerador, y el coche arrancó bruscamente despidiendo una nube de grava y polvo de nieve al deslizarse sobre el suelo helado. Por delante de ellos, los otros dos coches enfilaron en dirección a las oscuras montañas boscosas de la región. _____ vio por la ventanilla de atrás cómo el castillo desparecía poco apoco de su vista. Con un grito ahogado, miró al loco que tenía a su lado, al oscuro desconocido que la apartaba de todas las personas a las que amaba.
-Me ha secuestrado el mismo día de mi boda -dijo con un hilo de voz-. ¿Qué quiere usted de mí?
El hombre la miró con odio y desprecio. Ella, asustada, trató de apartarse de él y se acurrucó en el borde del asiento, pegada a la puerta. Su delicado vestido blanco de tul estaba ahora desparramado por el interior del vehículo. El hombre esbozó una sonrisa siniestra. Luego, se inclinó hacia ella mirándola de forma perversa. _____ pensó que iba a golpearla y cerró los ojos resignada. Pero, en cambio, lo que hizo el extraño fue arrancarle la diadema y el velo. Ella abrió entonces los ojos y vio cómo el hombre bajaba la ventanilla, arrojaba con rabia ambas cosas a la carretera y volvía luego a subir suavemente la ventanilla. _____ miró hacia atrás y vio por un instante el brillo de los diamantes y el vaporoso velo blanco ondeando al viento en medio de la nieve como una bandera de rendición a la luz de la luna. Luego el todoterreno tomó una curva y desaparecieron de su vista.
-¿Cómo se ha atrevido a hacer una cosa así? -le dijo ella llena de indignación.
-Todo era falso -respondió el hombre con frialdad.
-¿Qué dice usted? Era una pieza de un valor incalculable. Ha pertenecido a la familia de mi marido durante generaciones.
-Falso -repitió él-. Tan falso como su boda.
-¿Qué?
-Ya me ha oído.
-Usted está loco.
-Usted sabe bien que su matrimonio ha sido una farsa. Igual que sabe quién soy yo.
-¡No lo sé!
-Me llamo Zayn Malik-dijo él, mirándola fijamente.