Cap.7

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«¡USTED es un mentiroso!» Zayn recordó aquella ocasión en que otra mujer joven, igualmente bella, pero rubia en vez de morena, le había hecho la misma acusación. Laetitia Van Reyn se hallaba sentada en el salón de la mansión que su familia tenía en San Francisco con vistas al famoso Golden Gate. Se había quedado en casa aquel día para asistir a su madre, cuya salud se había vuelto muy delicada tras la muerte de su padre.

-¡No! -había exclamado ella incorporándose bruscamente del asiento y tapándose los oídos con las manos al escuchar la noticia de Zayn.- ¡Usted es un mentiroso! ¡Salga de mi casa y no vuelva más!

Zayn parpadeó desconcertado. Mentiroso. La misma acusación. Pero en boca de otra mujer. Contempló a la mujer morena que estaba junto a él. _____ Linden era una belleza. Un poco delgada, tal vez, pero costaba darse cuenta de ello cuando uno miraba sus turgentes pechos moviéndose acompasadamente debajo del ajustado vestido que llevaba. El cabello negro le caía en mechones sobre los hombros, dejando al descubierto su elegante cuello de cisne. Sus ojos de un color entre castaños y verdes.

-¡Es usted un mentiroso! -Repitió _____ una vez más-. ¡No me creo una palabra de lo que dice! Un mentiroso.

Para Zayn, la palabra de un hombre era lo más sagrado y constituía la verdadera medida de su honor. Era el único insulto que no podía soportar.

-Puedo ser egoísta, despiadado e incluso cruel -dijo fuera de sí, agarrándola por los hombros-. Pero no un mentiroso. No lo he sido nunca.

Zayn se quedó entonces extasiado mirando su boca. _____, llena de nerviosismo, se estaba mordiendo ligeramente el labio inferior. Luego se humedeció los labios. Él siguió como hipnotizado los movimientos de su carnosa lengua rosada y se sintió excitado. La deseaba ardientemente. En ese momento, su vestido de novia era todo lo que los separaba. El vestido de novia. Ella seguía con él puesto, desafiante, como un insulto explícito tanto a Zayn como a la verdadera esposa de Växborg. Era como si Laetitia hubiera quedado sepultada en el olvido. ¡Como si ya estuviera muerta! Zayn bajó las manos lentamente desde los hombros de _____ hasta las mangas de su vestido.

-Le dije que se quitara el vestido.

La sintió temblar. Incluso cuando clavó en él sus maravillosos ojos color caramelo.

-No.

-Entonces tendré que quitárselo yo.

-No se atreverá a...

Con un movimiento brusco, le desgarró el vestido por los hombros, rompiendo los finos encajes de la tela y haciendo estallar toda la línea de pequeños botones blancos de la espalda. Luego tiró de las mangas hacia abajo con tal fuerza que la hizo tambalearse. Dejó caer el vestido al suelo del avión. Hizo ademán de pulsar el botón del intercomunicador para que una de las azafatas le llevara una bata, pero cambió de idea. _____ estaba frente a él, con el vestido de novia a sus pies. Lo único que llevaba era la ropa interior de seda fina que había destinado para la noche de bodas: un pequeño sujetador blanco, unas minúsculas bragas de encaje y unas medias blancas sujetas con un liguero. Zayn no podía apartar la mirada de ella. Su cuerpo semidesnudo, su piel de terciopelo, sus sinuosas y seductoras curvas... Contempló extasiado aquella menuda pero perfecta figura, la prominencia de sus pechos y la rotundidez de sus caderas. Casi soltó un gemido de placer. Llevado por su despecho, había cometido un gran error quitándole el vestido. La visión de su cuerpo le perturbaba la razón. Debería haberse imaginado que llevaría una provocadora lencería blanca para su noche de bodas con el barón. Fingía ser virgen, cuando sin duda se habría acostado más de una vez con él. De eso no le cabía la menor duda. Ningún hombre se habría resistido a sus encantos. Växborg era culpable. Pero, ¿y _____? ¿Había sabido ella de la existencia de Laetitia? Daba igual, se dijo él. Lo hubiese sabido o no, ella había ambicionado casarse con el barón por su dinero y su título. Todo el mundo tenía un precio. Eso era algo que había aprendido hacía mucho tiempo. Los sentimientos eran una mercancía como cualquier otra.

Siguió mirando aquel cuerpo maravilloso, casi desnudo. _____ bajó la mirada ruborizada y trató de cubrirse con los brazos .Pero luego cambió de opinión y los dejó caer a lo largo del cuerpo. Tenía un brillo especial en la mirada. «¡Qué mujer!», se dijo para sí con admiración. Incluso ahora, que estaba completamente a su merced, cuando cualquier otra mujer se habría rendido a sus pies, se mostraba desafiante.

Novia raptada |ZM|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora