15. Leo

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Capítulo quince: Leo.

Querida hermana... estoy en problemas, y volveré a casa.

Siempre que Leo venía, pasaba algo malo, era un imán para los problemas y, como decía mamá, cada vez que venía a casa era porque tuvo un problema muy grande.

Leo no era nombrado en casa desde que Mario lo echó, que él haya sido quién me presentó a Erick fue la gota que derramó el vaso desde hace un año y medio. Sin embargo, aquí estaba, frente a mí.

A diferencia del resto, yo lo adoraba. A pesar de que me gana por unos cinco años, siempre me trató bien desde pequeña. No le hablé a Matías por un mes después de que lo echó de casa.

Pero ahora estaba sentado a mi lado, en el auto de mamá, mientras ella conducía al festival, me acababan de recoger de mi práctica.

—Lo harás genial, estoy seguro. —dijo abrazándome por los hombros, sonreí. —Ellos son los que temblarán de miedo al verte llegar, ¿Quieres que ponga música cuando camines?

—¿Cómo en las películas?

—Exacto, estaba pensando en Ashes, tremenda entrada que te armarías.

—Creo que esa canción va más cuando explotas un edificio, o terminas de matar a alguien —me puse a pensar. —¡Como Number Five de The Umbrella Academy!

—¡Tienes toda la razón! —me respondió, su rostro se le iluminó. —Ahora me dieron ganas de explotar un edificio sólo para usar esa canción.

Estaba por decir algo, pero el claxon nos interrumpió, y ambos miramos a la vez al espejo retrovisor, en donde mamá nos observaba como si quisiera matarnos.

—Nadie explotará edificios o matará gente ¿entendido? —murmuró molesta, estacionando el auto en la gasolinera, después miró a Mario. —Cariño, ¿Tienes la tarjeta?

Él asintió y se la dio, mamá salió del auto y nos sumimos en un silencio total.

—Entonces —miré a Mario. —, ¿Cómo te fue en tu practica?

Abrí la boca para responder, pero Leo me dio un codazo logrando que me callara de inmediato.

Anoche, después de convencer a mamá para que Leo se quedara, me preguntó lo que había pasado en su ausencia. Le conté que nada importante, sólo que la familia de Mario me ponía incomoda, pero ellos solo venían en ocasiones especiales.

Leo me dijo: Entonces la idiotez es de familia; en realidad, no me hizo mucha gracia, pero al final terminé riendo con él.

Esto me recuerda mucho a hace unos años, antes de que Mario lo botara, le hacíamos una ley de hielo diario, a menos que mamá nos obligara a hablarle.

Al ver que no respondía, Mario soltó un suspiro y se apoyó sobre su brazo, viendo por la ventana.

—Papá me escribió ayer —lo volteé a ver. —, le dije que tenías un evento importante y me dijo que estaba orgulloso.

Mi corazón se volvió pequeño en cuestión de segundos, y las ganas de llorar me invadieron; que él estuviera orgulloso era algo que no escuchaba desde que tengo siete años, antes de que mamá lo echara.

—¿Por qué no me lo pasaste?

—Estabas dormida, y allá, en España, eran apenas las ocho de la mañana.

Asentí e intenté controlar la nostalgia que sentía en esos momentos, lo extrañaba mucho y me hubiera gustado recibir el mensaje directamente.

No me importaba si me venía a ver o me llamaba, con leer un mensaje suyo hubiera sido suficiente.

La lista de deseos de Izzie y Samu © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora