Capítulo dos: Vida en azul.
Algo peor que tener VIH es tener unos padres que no aceptan que su única hija tenga VIH. O bueno, madre que no lo acepte y... padrastro.
Veía como mamá iba de un lado a otro en la cocina con el teléfono en la mano y el ceño fruncido, discutiendo con la encargada del tratamiento experimental.
Se suponía que viajaríamos este fin de semana, a no me acuerdo donde, por este tratamiento experimental. Pero, al parecer, hubo un cambio de planes. Lo sé porque cada vez que la vena de la muerte de mamá se activa, así le había apodado cariñosamente a la vena en su frente, es porque algo malo está pasando.
Mario, su esposo, está sentado frente a mí bebiendo de su taza de café, cuando se dio cuenta que miraba a mamá impaciente, me sonrió. Colocó sus manos sobre su cadera y empezó a imitarla.
Aguante una carcajada y desvié mi mirada, no quería dejar que me viera reír. Él no se merecía eso.
—Genial, gracias por nada. —dijo mamá dejando el teléfono a un lado molesta, sus ojos se detuvieron sobre mí y sentí su mirada de lástima.
Conocía esa sensación y la odiaba, ¿Por qué sólo no se rinden? Desde que me diagnosticaron empezó su búsqueda sin fin de una cura, o un tratamiento más llevadero, aunque todo el mundo sabe que no existe, ellos se fían en los estudios clínicos. Confían en que algún día "saldré adelante".
—El viaje se cancela. —lo sabía. Ella se da la vuelta para servirse café, sabía que lo haría, cada vez que tiene una mala noticia hace lo posible para no verme a los ojos. —¿Tomaste los antirretrovirales?
—Aún faltan tres horas. —murmuro jugando con las lentejas esparcidas en mi plato, la mezclo con el arroz que hay a un lado y le doy un bocado.
Odio los lunes de lenteja.
—¿Segura, Isabell?
Asiento con la cabeza, pero eso no la convence y termina yendo por su cuenta a su despacho para revisar el horario que está pegado en su escritorio.
Siento la mirada de Mario sobre mí, pero intento concentrarme en mi plato. Mezclando lentamente para poder hacer un poco más de tiempo.
—¿Cómo te fue en la escuela?
Trago pesadamente y agarro el vaso de agua que está a mi lado.
—Bien. —contesto cortamente, dándole un trago a mi bebida. Siento la sobra de comida derretirse en mi boca.
En realidad, no fue así, natación fue terrible, el profesor de matemáticas cree que soy una calculadora humana y me regañó por contar con los dedos, lo único de lo que estoy agradecida es que el profesor de Historia faltó hoy. Eso me da tiempo de poder hacer el trabajo para mañana y estudiar un poco para los exámenes que vienen.
Entonces el timbre suena.
Levanto la cabeza y mis ojos se encuentran con los de Mario.
Hoy es lunes. Hay correo. Leo.
Me meto rápidamente otra porción de comida a la boca, después me meto otra y, segundos después, otra.
—Cuidado te atragantes. —dice Mario mirándome con preocupación.
Junto con la comida, me trago las ganas de callarlo y me pongo de pie para dejar el plato en el lavabo.
Maldigo en mis adentros al ver a mamá caminar hacía la puerta, esto será más difícil que de costumbre.
Es mamá la que le abre la puerta al cartero y recibe el correo junto con unos paquetes, apenas termino de lavar mi plato salgo corriendo hacía la sala e intercepto a mamá en la puerta, que ya está cerrada.
ESTÁS LEYENDO
La lista de deseos de Izzie y Samu © ✓
Ficção AdolescentePRIMERA Y SEGUNDA PARTE. «Izzie y Samu no querían ser perfectos, querían ser extraordinarios.» Izzie tiene un secreto, que podría arruinar la vida a la que está acostumbrada por completo: tiene VIH. Después de años intentando ocultarlo, el chico n...