39. Demostrar cosas

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Capítulo treinta y nueve: Demostrar cosas.

Las mujeres son complicadas, me pregunto si mamá también habrá tenido todas estas reglas con Jake.

Supongo que las cosas que me dijo Mónica sólo aplican para novios, más no para esposos, porque no me dijo nada sobre no engañar a tu esposa, ni hacer sentir menos a tu hijo. Si existen estás reglas, Jake rompió ambas. Un dos por uno.

Miro de reojo el teléfono en mi mano, aún con la duda si llamarla o no. Sé que debo hacerlo, pero no sé que decirle exactamente.

¡Hola! Sí, soy yo, tu novio que hace menos de una semana no sabía que no se termina una relación sólo por una pelea.

Aunque ni siquiera peleamos, técnicamente. Pero la herí, en ese caso, rompí una de las reglas más importantes que dijo Mónica, y la cual debo remediar.

—Sólo hazlo.

—No es tan fácil.

—Sí, lo es.

—Si es tan fácil, ¿Por qué no llamas a Mónica, eh? —me defiendo.

Tim suelta un resoplido, recarga sus piernas en la camilla y reclina la silla, que ahora sólo se apoya en sus patas traseras.

Espero que te caigas y poder reírme, pienso contemplando la silla. Soy team Mónica en esto, porque creo que ella tiene menos culpa en esto, y si no lo hago ella me atormentará mientras duermo.

—Es complicado. —dice.

Is cimplicidi, pienso, con la voz del burro de Shrek resonando en mi cabeza.

—Son novios, deben quererse, —debato un segundo si hacer la pregunta, pero mi lado de viejo chismoso no puede con la ansiedad. —¿o no la amas?

—Es complicado.

—Si vuelves a decir que es complicado, te juro que yo mismo te botaré de esa silla. —amenazo, apoyando mi espalda en el respaldar de la cama.

El dolor de cabeza ya no es tan fuerte, y me dieron unas pastillas para las nauseas hace una hora, creo. El tiempo aquí pasa muy lento, en especial si hay dramas sin resolver.

—¿Qué te sucede? —pregunto, Tim me mira sin decir nada. —Mónica dice que ocultas algo.

—Y lo hago —responde, mordiéndose el labio inferior, un flashback de Mónica haciendo eso se me viene a la cabeza. —, sólo... dile que no le soy infiel, jamás podría traicionarla.

—Ella sabe eso, pero aún así le preocupas. —suelto una pequeña risa. —Aunque actúes como un idiota.

—¡Oye! No puedes juzgarme, no en estos momentos. —me recrimina.

Suelto un resoplido, juego con mis pulgares entre sí mientras en mi cabeza se me vienen todas las cosas que podría estar haciendo Timothée a espaldas de Mónica.

Ninguna tiene suficiente sentido.

—¿Ni siquiera me lo puedes decir a mí? —cuestiono, levantando la mirada para encontrarme con la suya. Esto está mejor que la novela que pasan a las cuatro de la tarde.

—Si te lo digo, se lo dirás.

—No es cierto —digo frunciendo el ceño, tocándome el pecho ofendido. —, ¡Yo tengo secretos que Gónica no sabe!

Una sonrisa traviesa se forma en sus labios y alza una ceja, subestimándome. No me gusta que haga eso, me dan ganas de tirarle un puñetazo.

—Dime uno.

La lista de deseos de Izzie y Samu © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora