53. El club de los vándalos encantadores

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Capítulo cincuenta y tres: El club de los vándalos encantadores.

ISABELL SMITH.

—¡Allí está mi graduada! —escuché la voz de mamá tras mío.

—Nos vemos luego. —susurró Samuel en mi oído antes de darme un casto beso en los labios e irse con la señora Dubois.

Asentí y segundos después sentí unos brazos rodearme y apachurrarme; el abrazo era tan fuerte que sentí como se me empezaba acabar el aire.

—Mamá... no puedo respirar.

—¡Oh, lo siento! —se disculpó, aún con una sonrisa radiante en el rostro. —¿Cómo te sientes, cariño? ¿Cómo se siente saber que todo tu esfuerzo ha valido la pena?

—Como siempre, supongo.

La verdad es que no me sentía ni un poco diferente, no sabría decir si era bueno o malo; pero tampoco es que me entusiasmara la idea de que ahora mamá me usará como su empleada personal por tener más tiempo libre.

—Deja de abrumarla, mamá. —Leo se hizo paso entre Mario y ella, pasó uno de sus brazos por mis hombros y señaló a un lado de todo, en donde estaba Sadie, caminando hacia nosotros con una sonrisa. —¿Verdad que mi pareja es la más bella de todas?

—No, yo lo soy. —me mofé, soltando una carcajada al ver su reacción; mi cerebro tardó unos segundos en descifrar que significaba lo que había dicho. —¿Dijiste pareja?

—Aja.

—Entonces... —la emoción creció en mi pecho, y no pude evitar sonreír. —, ¿Irás a rehabilitación?

Leo asintió de mala gana, pero asintió; justo en el momento en el que Sadie hacia aparición con un hermoso vestido azul de noche.

—¿Desde cuando haces milagros? —le pregunté a Sadie.

Ella me miró sin entender, y sentí como Leo dejaba de abrazarme para verme con el ceño fruncido.

—Se supone que en esta época de tu vida, debes ser madura.

—Tienes veinti-muchos y nadie te dice nada por tener el carácter de un niño de diez.

Leo estaba a punto de responderme, pero mamá lo empujó y le hizo tragarse sus palabras.

—Todos juntos. —ordenó ella.

Sonreí al ver a Mario, quién estiró sus brazos hacia mí y me abrazó fuertemente.

—Lo lograste, felicidades. —murmuró.

Vacilé por unos segundos en la respuesta que le daría, pero al final las palabras simplemente salieron de mis labios.

Gracias por no abandonarnos —dije sorbiendo mi nariz y oliendo su perfume, entonces me di cuenta que ese aroma quedaría marcada en mi memoria. —, por no irte, por no hacer lo que hizo él.

Él dejó un beso sobre mi cabeza, y me sentí en paz; incluso me dieron ganas de llorar por lo mucho que había tenido que pasar para llegar hasta donde estaba.

Cuando levanté la cabeza, me encontré con mamá llorando en los brazos de Leo mientras nos veía.

—Despertaron a la bestia. —se burló Leo, dándole un pañuelo a mamá.

—Hay que tomar la foto ahora antes de que mi rímel se estropee más de lo que ya está —dijo, mientras Sadie la ayudaba a secarse el rastro de rímel corrido de sus mejillas.

Mamá llamó a un hombre cualquiera, que tuvo la mala suerte de ir pasando, y le pidió que nos tomara la foto.

Ella se puso a mi derecha, agarrando mis hombros, Leo a mi izquierda; Sadie y Mario al lado de sus respectivas parejas.

La lista de deseos de Izzie y Samu © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora