Capítulo once: El trabajo de historia.
¿Qué carajos?
—Felicidades. —dijo el profesor dejando un folio de texto color mostaza claro desechable sobre mi mesa, en donde resplandecía un veinte con tinta roja. —Espero que siga así, señorita Smith.
Mi sorpresa es tanta que las palabras no salen de mi boca, así que sólo asiento con la cabeza y él se va a repartir el resto de los trabajos con las notas correspondientes.
Siento mi cabeza a punto de estallar por lo que acaba de pasar.
No sé qué me sorprende más: que tenga la nota máxima o que yo no hice ningún trabajo y no tenía ni idea del dueño de esta tarea.
Una parte de mí me gritaba hasta el cansancio "aprovecha el bug", pero la otra parte, un poco más coherente, me decía "esto no es correcto".
—Pensé que no habías hecho el trabajo. —murmura Kathleen a mi lado.
—No lo hice.
—¿Entonces?
—El de arriba se apiado de mí. —dije levantando el folio. —¡Es un milagro!
Intenté ocultar mi desorientación con comicidad, funcionó para Kathleen porque sólo soltó una risa y siguió con sus cosas, pero no para mí. La culpa se apoderaba de mí poco a poco.
Sentía como si hubiera matado a alguien y las pruebas estaban en mis manos, de un modo u otro, alguien caería en mi lugar.
Una ligera esperanza de que haya sido James despertó en mi interior, pero inmediatamente lo descarté, pertenecemos a selecciones diferentes y no tenemos al mismo profesor de Historia, yo tampoco le había contado que no había presentado el trabajo.
Sólo se lo había dicho a Kathleen en las clases de natación así que, a menos que alguien haya oído nuestra conversación, era imposible.
Esto debía ser un sueño, tal vez me morí durmiendo anoche y estoy en el cielo.
Sé que no lo es cuando oigo nuevamente el sonido de los libros del profesor cayendo abruptamente sobre la mesa, captando la atención de todo el salón.
—Bien, me he llevado muchas sorpresas algunas agradables y otras... no tantas. —susurró sacando un listado de entre sus documentos. —Las siguientes personas, por favor acérquense a mi escritorio.
» Velásquez, Kathleen. Delleipiani, Sebastián. Contreras, Flavio. —soltó un suspiro. —Clarke, Samuel.
¿Qué?
Contemplé atónita como él se levantaba de su sitio para caminar con pereza hasta el escritorio del profesor, ni siquiera me dirigió una mirada, me ignoró en todo el rato, a pesar de que, yo estaba segura, mi mirada le perforaba la espalda.
Rápidamente mi atención se volvió a centrar en el folio frente a mí, la abrí y mis ojos casi se salen de su lugar al leer el nombre tachado al lado del mío.
S̶a̶m̶u̶e̶l̶ C̶l̶a̶r̶k̶e̶ Isabell Smith. CEPRE-AIII
Esa ni siquiera era mi letra, la mía era cursiva y esta era imprenta. El resto del trabajo estaba impreso, pero, a pesar de que lo intentó ocultar bien, podía distinguir el nombre de él bajo la tinta.
La culpa se hizo mayor sobre mis hombros al ver como el profesor le daba las indicaciones, no lo oía, pero yo ya había estado una vez allí y sabía lo que le decía: Quiero hablar con tus padres la próxima semana.
¿Por qué había hecho esto?
Sí, él era nuevo. Pero no es estúpido como para saber que, al salvarme el pellejo, él recibiría toda la culpa y responsabilidad.
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La lista de deseos de Izzie y Samu © ✓
Roman pour AdolescentsPRIMERA Y SEGUNDA PARTE. «Izzie y Samu no querían ser perfectos, querían ser extraordinarios.» Izzie tiene un secreto, que podría arruinar la vida a la que está acostumbrada por completo: tiene VIH. Después de años intentando ocultarlo, el chico n...