35. Zoe

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Capítulo treinta y cinco: Zoe.

SAMUEL CLARKE.

El hospital tiene un aroma en específico, en lo personal, huele a muerte. A vacío, a nada, como si fuera un mundo paralelo en el que todo se convierte en un horario monótono.

Había olvidado lo mucho que el aroma a muerte crecía en el cuarto de la quimio.

Me senté en uno de los sillones, una enfermera venía tras de mí con un carrito en el que estaba lo que necesitaría para convertirme en uno con la máquina de al lado.

—Esta cosa es muy infiel. —bromeé señalando la bomba, lo miré directamente. —¿Con cuantas personas te has metido en esta semana, eh?

Izzie soltó una pequeña risa, pero después la camuflo con una tos para nada disimulada. Estaba seguro de que pensaba que no era bueno reírse con moribundos rodeándola.

La segunda persona en reírse fue una chica a mi lado, ya estaba conectada y parecía tener más tiempo aquí; traía una pañoleta en la cabeza cubriendo su falta de cabello. Era de nuestra edad maso menos, resaltaba del resto por la notoria diferencia de años.

Pensé que yo era el único adolescente que quería hacerse la quimio tan temprano, pero al parecer no.

Era linda.

Le sonreí devuelta por cortesía antes de escuchar un pequeño chillido de susto a mi lado.

Solté una carcajada.

—No es divertido. —murmuró el minion aferrándose a mi brazo contrario con sus ojos fijos en la aguja, el izquierdo estaba descubierto para total disposición de la enfermera. —Es muy grande.

—Sólo será un pinchazo.

—E-Es muuuuy grande. —repitió sin parpadear.

Solté una carcajada, pensando en lo mal que había sonado eso, Izzie me miró confundida por unos segundos pero después entendió y sus mejillas rojizas la delataron.

—Eso dicen la mayoría.

—¡Sabes que no me refería a... eso! —chillo, parecía un tomate. Un lindo tomate.

—No te lo pondrán a ti, Izzie. —dije, refiriéndome nuevamente a la aguja.

No respondió, parecía en una clase de transe y toda su concentración se fijaba en la aguja.

Algunos les tenían miedo a los payasos, a la oscuridad, a debajo de la cama o incluso a sus esposas; Izzie le tenía miedo a las agujas, mejor dicho, les tenía pavor.

—Será rápido. —dijo la enfermera, amablemente.

Jalé levemente de la manga del abrigo del minion, llamando su atención. Ella me miró finalmente, estaba temblando.

—Puedes irte, si deseas.

—Quiero estar contigo —contestó firmemente. —, no voy a poder estar aquí hasta las cuatro, por la estúpida escuela y yo no..., yo puedo estar aquí.

No se iría, al menos no por su cuenta. La conocía lo suficiente como para saber eso. Yo tampoco quería que se quedará aquí, quería que se quedará con la imagen de mí libre de estas cosas, pero no sabía cómo decirlo de la manera correcta.

Jamás nadie había querido acompañarme a la quimio, les daba miedo o algo por el estilo, yo que sé. Simplemente no querían estar aquí. Izzie era la primera persona que me acompañaba a una quimio.

Me fije de reojo en el reloj pegado en la pared, faltaban diez minutos para la clases empiecen, por lo tanto ella tendría que irse.

—Izzie...

La lista de deseos de Izzie y Samu © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora