19. Lucí

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Capítulo diecinueve: Lucí.

Agradezco que Samuel se haya ido antes de que me levantara, por dos motivos:

Uno, Leo me levantó y no creo que haya sido una buena idea que me encontrara durmiendo con un chico, a pesar de no haber hecho nada malo.

Dos, no sabría que decirle después de declararnos mutuamente.

Al parecer, nadie en casa se dio cuenta que me escapé ni que volví en la madrugada, o tal vez lo fingen muy bien, en cualquiera de los dos casos no estoy castigada, lo que es un alivio porque los exámenes empiezan pronto y necesito distracción.

Dudo unos segundos con la mano sobre la manija del auto de Mario, la fachada de la escuela está frente a mí y no estoy segura de querer entrar.

Lo que sucedió ayer fue vergonzoso, por decirlo de una manera más suave, y no sé qué habrá pasado con James.

—Podemos volver, si deseas.

Volteo el rostro hacia él, confundida.

Aún recuerdo lo que dije cuando sentía que iba a morir, o tal vez lo hice por unos segundos, y no me arrepiento de haber dado un paso para atrás en el duelo con Mario.

Pero desde que Leo está acá, las cosas están tensas y él no me deja estar a solas con él ni un segundo. Mamá tuvo que convencerlo de que Mario podía llevarme a la escuela sin problemas, porque Leo me quería traer en su moto.

Todo el camino debatí mentalmente que decirle, pero al final ninguno de los dos dijo nada, aunque tengo la sensación de que quiere decirme algo también.

—¿Qué?

Él suelta un suspiro.

—Sé que tu mamá puede ser algo dura respecto a la escuela, y que no olvidas apropósito tus tareas, te he visto estudiar hasta tarde porque lo recordaste a último minuto. Esther es una de las personas más comprensivas que he conocido, pero... tu hermano, bueno, no fue un ejemplo escolar y ella quiere que tú seas alguien en el mundo, no digo que Leo no lo sea, él está estudiando una carrera, pero quiere que tengas un camino más fácil ¿sabes?

Cuando Mario habla de mamá, se le iluminan los ojos y, no sé si se dará cuenta, pero sonríe. Recuerdo que la última vez que vi a papá, decía que mamá era una sanguijuela que extraía hasta el último billete de su cartera.

—Entiendo. —murmuré.

—Lo que trato de decir —se detiene por un instante, como si planeara un discurso de último minuto. —, es que le puedes contar si tienes un problema, o a mí, si deseas, claro; así que, si no quieres ir a la escuela, lo entiendo. Tal vez podamos, no sé, ir a por un helado, o ¿comprar ropa? Lo siento, es que no sé qué hacen las chicas de tu edad.

El esfuerzo que le echa a esta conversación me hace un poco de gracia. Estaba acostumbrada al ver a Mario perfecto que intentaba tener una vida perfecta, pero el hecho de que intente hacerme subir mi ánimo es gratificante.

Me gustaría decirle que sí, pero si falto hoy, James seguirá allí mañana y el día siguiente.

—El cine estaría bien —digo, intentando sonar lo más amable posible. —, no creo que ahora sea el momento, porque tengo escuela y llamaran a mamá si falto, pero algún día, estaría bien.

Su sonrisa se agranda, es la primera vez que no le respondo de mala manera o lo ignoro, así que tiene el rostro como si acabara de subir un nivel en: como ganarse a los hijos de tu esposa.

—¡Perfecto! —carraspea la garganta. —Quiero decir, está bien. Tú decides el día, podemos ir con tu mamá y... Leo.

Ganarse a mi hermano se le hará más difícil, y si él va probablemente todo se valla al diablo, y sería lindo ver a mamá sonreír. Casi puedo imaginar su rostro de triunfo cuando Mario le cuente que accedí a ir al cine.

La lista de deseos de Izzie y Samu © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora