Capítulo cuarenta y siete: ¡Gol!
Ser o no ser, como diría Hamlet, pero en mi caso sería: ir o no ir.
Suelto un suspiro mientras me aferro al brazo de Samuel, mis pies siguen moviéndose en sincronización a los suyos por el hospital, hemos venido a recoger unos permisos para la sorpresa que le tengo.
Bueno, más bien, la que le tenemos con su madre, la señora Dubois; porque yo di el contacto y ella consiguió el resto, como que lograran darle una prueba en uno de los equipos nacionales más importantes sin necesidad de una academia.
Era el equipo a donde pertenecía Leonardo, mamá aún tenía guardado el número del entrenador y Marie, como me dijo que le llamara, insistió hasta el cansancio.
—¿Izzie?
—¿Mmmm? —murmuré, mirándolo. —¿Qué pasa?
—Aún no me has dicho porque estamos aquí.
Estamos esperando a que tu mamá termine de hablar con el doctor.
—Yo... —piensa, piensa. —, no te has despedido de las personas que has conocido aquí.
—El señor Carlos se fue una semana antes que yo —oh. —, pero creo que Zoe se va en unos meses.
—¿Zoe? —repetí, noté como mi voz se volvió aguda de pronto.
—Sí, su habitación está por aquí. —dijo, deslizando su brazo por el mío, terminando en mi mano antes de entrelazar nuestros dedos y jalarme por un pasillo.
Trague saliva mientras me dejaba llevar por él, la idea de verla no me agradaba demasiado, teniendo en cuenta lo que me había dicho hace un mes. Además, mi cabello ya me había crecido hasta los hombros y, antes de cortármelo, suele mirarlo mal si está largo.
Relamí mis labios resecos antes de llegar a una habitación con la puerta llena de pegatinas y fotos, mi corazón se achico al pensar que debió pasar mucho tiempo aquí, juzgando por las imágenes.
—¿Estás decente? —gritó Samuel, tocando la puerta.
No respondieron, pero la puerta se abrió, dejándome ver a una hermosa chica de cabello rizado y los ojos más claros que he visto jamás.
—¿Lucí? —pregunté confundida.
—¡Oh! ¡Eres la de los ojos iguales! —dijo emocionada, dando pequeños saltos, después miró tras ella, Zoe estaba sentada sobre su camilla. —¿No es cierto que sus ojos son idénticos? ¡Y del mismo color!
Zoe no respondió, simplemente se limitó a levantar los hombros y Lucí volvió a entrar a la habitación. Miré a Samuel sin entender, él sólo me sonrío.
—No sabía que se seguían viendo desde que las presenté —musitó él, jalando de mi brazo para hacernos pasar, sus ojos se detuvieron en la chica de la pañoleta. —, pensé que te caía mal.
—Oh, le caigo mal, o eso es lo que dice. —alcé las cejas ante la confesión de Lucí, pero ella no dejó de sonreír. —Pero ella me agrada.
—No quiere salir de mi habitación. —dijo Zoe. —Viene todos los días desde hace una dos semanas, es insoportable.
Fruncí el ceño, ¿Es que no se daba cuenta que ella estaba presente?
—¡Oh, muchas gracias!
¿Qué demonios?
Supe que no era la única que lo había escuchado cuando Samuel y Zoe también la miraron sin entender.
—Tengo sed —continuó Lucí, jalando de la chaqueta de Samuel. —, vamos por agua.
ESTÁS LEYENDO
La lista de deseos de Izzie y Samu © ✓
JugendliteraturPRIMERA Y SEGUNDA PARTE. «Izzie y Samu no querían ser perfectos, querían ser extraordinarios.» Izzie tiene un secreto, que podría arruinar la vida a la que está acostumbrada por completo: tiene VIH. Después de años intentando ocultarlo, el chico n...