Capítulo cuarenta y dos: Problemas familiares.
SAMUEL CLARKE.
Es extraño usar peluca, pero divertido si te pones una de payaso.
Moví mi cabeza de un lado para el otro, concentrándome en el reflejo que daba en el espejo, los rizos amarillos de goma tropezaban entre sí y eso me provocó una carcajada.
Hoy estaba un poco más feliz que de costumbre, o al menos eso decían las enfermeras. Sólo faltaban dos semanas para que se cumplieran los seis meses.
—Bonita peluca.
Una electricidad recorrió mi espalda.
Dejé de reír y cuando lo vi, ya no me gustaba esa peluca en lo absoluto.
Sentí mis músculos tensarse, me la saqué bruscamente de la cabeza y ni siquiera presté atención a donde la tiré.
—Bonitas pelotas —sonreí amargamente. —, ah, claro, ni tienes.
Jake miró a mamá, ella levantó sus manos como diciendo: No es mi problema que seas un idiota.
La sangre me hirió en las venas cuando sus ojos pasaron por mi cuarto, examinándolo.
De por sí, no quiero verlo en ningún lado, pero aquí mucho menos. Es como si le diera la razón, porque ni siquiera puedo estar en casa, estoy enfermo.
—Listo, lo viste, ahora largo. —musita mamá, alzando sus cejas. —No permiten basura en los hospitales.
—Eso no es lo que dice la corte. —dice mi donador de espermatozoides.
Mamá palidece.
¿La acaba de amenazar? Hijo de su madre.
Hago el amago de ponerme de pie, pero mamá coloca su mano sobre la mía e intento tranquilizarme.
Respira, Samuel, respira.
—Pensé que no querías un hijo enfermo, debe ser una pena que no se pueda abortar a un adolescente de diecisiete años. —él resopla. —Pero ¿Sabes qué es más triste? Que no se pueda abortar a un adulto de cuarenta y cinco.
Jake no responde, clava los ojos en mamá pero ella sólo sube sus hombros.
Conozco las reglas, las hemos estado rompiendo por mucho tiempo. Mamá tiene la responsabilidad de traerlo aquí, pero nadie me puede obligar a tratarlo bien.
—Me alegra que hayas vuelto al tratamiento, en serio. —me mira y mis ganas de tirarle un puñete incrementan. —Hablé con la entrenadora Díaz, dice que puedes volver al equipo, siempre y cuando sigas con el tratamiento.
Ahora todo tiene sentido.
—¿Por qué en lugar de alardear con tus amigos sobre tu hijo futbolista, no alardes sobre tus romances? Eso se te da increíble.
No respondió por unos segundos que se me hicieron eternos, mi cabeza me empezó a doler, miré de reojo el reloj. Faltaba poco para la hora de mis medicamentos, pero no quería tomarlos si él seguía aquí.
Preferiría estar muerto a mostrarme débil frente suyo.
—¿Cuánto tiempo seguirás molesto conmigo? —preguntó. —Tu madre ya me ha perdonado, y no creo que-
—¿Le has perdonado? —lo interrumpí, miré a mamá. —Esto debe ser una broma.
—Que perdone a este cavernícola —dijo con desprecio. —no significa que vayamos a volver, Samuel, sólo significa que no tendré una arruga más por alguien que no vale la pena.
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La lista de deseos de Izzie y Samu © ✓
Roman pour AdolescentsPRIMERA Y SEGUNDA PARTE. «Izzie y Samu no querían ser perfectos, querían ser extraordinarios.» Izzie tiene un secreto, que podría arruinar la vida a la que está acostumbrada por completo: tiene VIH. Después de años intentando ocultarlo, el chico n...