34. Rizado y Peliteñida

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Capítulo treinta y cuatro: Rizado y Peliteñida.

ISABELL SMITH.

—No te merece.

Fruncí el ceño al escuchar la voz de Leo a mis espaldas, dejé a un lado el libro de cosas que hacer antes de morir y caminé hacía él.

Creo que ya podíamos irnos, había pasado un rato desde que Samuel se fue y no había ni una sombra de su presencia.

Me aferré al brazo de Leo para empezar a caminar hacia fuera.

—¿A qué te refieres?

—Ese tipo, no te merece. —tomó aire. —Sé que te gusta y eso, pero ¿No había algo mejor?

Una corriente pasó por mi columna vertebral al escuchar eso venir de él, tenía mucho en cuenta su opinión, pero Samuel era un territorio en donde Leo no tenía nada que ver.

Lo quería y punto.

—No hay nada mejor que Samuel. —respondí subiendo mis hombros, restándole importancia.

Leo no respondió, empezó a rebuscar en sus bolsillos con desesperación, fruncí el ceño confundida.

¿Qué estaba haciendo?

—Mierda... —murmuró metiendo aún más su mano, segundos después su rostro se relajó y sacó una caja de cigarrillos y un encendedor de su bolsillo. —, bingo.

Mordí el interior de mi mejilla, incomoda.

Fumar y drogarse le malograron la vida, desde que tengo uso de razón nunca lo he visto salir a algún lado sin su bolsa blanca o sus cigarrillos.

Recuerdo que un día oí a mamá decir algo respecto a que él se estaba matando, pero yo creo que no lo hace con intención.

Por eso no me gusta que la gente fume frente a mí, me recuerda a cuando Leo se escondía en mi cuarto para fumar lejos de mamá y mi habitación se llenaba de humo. No podía respirar correctamente, era como si me estuviera ahogando.

Sin embargo, creo que lo peor fueron las pastillas. Bajé la mirada y sentí mis mejillas arder.

Son sólo dulces, no te harán daño.

—¿Quieres?

—¿Qué? —levanté la mirada para verlo, él me señaló su cigarro. —No se debe fumar en un hospital, hay personas delicadas de salud aquí.

—Aveces es bueno ser egoísta cuando se trata de uno mismo. —le dio una calada. —Debes recordarlo, Isa.

—¿Eso que tiene que ver?

—¿Cómo está James? —tragué saliva, sentí su mirada sobre mí. —No dejes que te pisoteen, mucho menos demuestres debilidad. Son como bestias alimentándose de tus lágrimas.

—Lo sé.

—Pues no parece que lo hayas tenido en cuenta cuando dejaste que te hirieran.

—No quiero hablar de esto.

Me detuve al sentir algo chocar con mi brazo, levanté la cabeza confundida, Leo se había detenido tras mío. Apagó su cigarro y lo botó en un tacho de basura cerca de allí, después se acercó rápidamente a mí, me agarró de los hombros y me estampó contra la pared; sentí mi espalda arder ante en brusco contacto.

—Escucha bien, Isa; el mundo allá afuera es muy cruel —dijo señalando a la salida. —, ellos no te van a esperar hasta que estés lista para afrontarlo. El tiempo no se detiene sólo porque no quieras hablar de esto y el problema no desaparece sólo si tú decides evitarlo. Sé egoísta, primero vas tú, después tú y por último tú.

La lista de deseos de Izzie y Samu © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora