Capítulo cuarenta y seis: Sueños cumplidos, a medias.
ISABELL SMITH.
En la mañana, todos estaban nostálgicos en la escuela, principalmente porque era el último día y, por lo tanto, se había acabado.
Había personas lloriqueando por doquier, lo que es extraño ya que si fueran "buenos amigos" se verían aunque la escuela se acabara.
Yo no me despedí de muchas personas, principalmente porque apenas tocó la campana corría a la dirección, en donde estaba Samuel, esperando a que le dieran las indicaciones de los exámenes que le faltaban por dar para que le dieran el certificado de estudios.
Lo único que iba a extrañar de la escuela era el elenco, en donde me encontraba ahora mismo, la última práctica y después, a ellos sí que, no los volvería a ver.
—¡Buaaa! —chilló Carla, abrazándome fuertemente, tanto que todo el aire de mis pulmones desapareció. —¡Te voy a extrañar tanto, Izzie!
Por alguna razón, ya no se me hacía tan extraño el contacto físico con otras personas, es más, ahora mismo sería capaz de abrazar a un completo desconocido; así que enrede mis brazos alrededor de su cintura y correspondí el abrazo.
—Yo también te extrañaré. —confesé.
En mi primer día de escuela, después de que todos se enteraran de mi tarjeta amarilla, Carla fue una de las pocas personas que se me acercaron en el receso para brindarme su apoyo; ella había faltado ese día porque Lauren le había contagiado la gripa, Lauren también faltó, y dijo que si hubiera estado allí, le habría pegado un puñetazo a todos los presentes.
—¡Jo! ¡Es el último día y recién aceptas que me tienes tantito aprecio! —se quejó, derramando lágrimas como magdalena.
—Ya, ya, tranquila. —murmure, acariciando su espalda mientras la escuchaba sollozar.
Después dijo cosas que no logré entender porque las balbuceaba, desde su espalda, veía como el resto del grupo estaba en una situación como la nuestra, abrazándose unos a otros con nostalgia y tristeza; entonces mi corazón se ablando y sentí como mi nariz empezaba a picarme.
Segundos después, Carla y yo llorábamos como unas magdalenas mientras abrazábamos a quien se nos plantara en frente.
Abracé y besé en la mejilla a todos y cada uno de ellos y, para mi grata sorpresa, ninguno de ellos me rechazó; incluso me correspondieron con la misma energía que la mía. Me sentía parte de algo, al fin.
También una parte de mí sintió culpa, por estar todo este tiempo con las personas equivocadas y haber sido tan cerrada que no les di una verdadera oportunidad a los del elenco, pensando que sería igual o más molestos que las personas que me rodeaban. Al final, los metí a todos en el mismo saco, cosa que no debí hacer.
En estos momentos estaba siendo más feliz con ellos, que con los amigos de James en años.
Todos nos sentamos en círculo y empezamos a contar historias que, hasta ahora, mi mente había olvidado por completo.
Como cuando Lynx casi se parte en dos por hacer un Split, o cuando yo derramé jugo en mi uniforme en una presentación y Lauren tuvo que prestarme el suyo, teníamos que cambiarnos en menos de un minuto y desaparecer del escenario sin que los demás lo notaran.
Ni siquiera la profesora Carrasco se había dado por enterada, así que se sorprendió mucho ante nuestra confesión; al principio nos vio como si quisiera llamarnos la atención, pero después se relajó y empezó a reír.
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La lista de deseos de Izzie y Samu © ✓
Ficção AdolescentePRIMERA Y SEGUNDA PARTE. «Izzie y Samu no querían ser perfectos, querían ser extraordinarios.» Izzie tiene un secreto, que podría arruinar la vida a la que está acostumbrada por completo: tiene VIH. Después de años intentando ocultarlo, el chico n...