Capítulo 2.- Enfocar

647 56 8
                                    

Los pasillos estaban casi vacíos cuando bajó las escaleras. Su mirada fue directo a donde antes había dejado a Ayano, encontrándola ahí, despidiéndose del cuatro ojos. Apretó los dientes intentando mantener la calma, aunque era obvio que su humor había empeorado. Se apresuró a entrar al aula, ignorando que la chica venía detrás de él, yendo directo a su asiento.

— ¿Dónde estabas? — indagó la castaña tratando de que le mirara, cosa que no consiguió.

— En la azotea, como siempre. — respondió, mirando por la ventana con el ceño fruncido.

— Realmente te gusta ese lugar, eh. — sonrió, tratando de esconder su sonrojo debajo de esa bufanda roja que siempre llevaba consigo. — Uh, Shintaro, hay alguien que quisiera presentarte, un amigo de la infancia, ¿quisieras conocerlo?

Su mirada se posó sobre su compañera, estaba a punto de gritarle que no, no podría tolerar a alguien que tomaba tanta confianza al punto de tomarle entre sus brazos y pegar su cuerpo tanto al de ella, siendo una chica inocente, pero la mirada esperanzada de Ayano le provocó sacar el enojo con un pesado suspiro.

— Está bien... — habló resignado. — Si eso quieres.

Las horas pasaron, los rezos desesperados de Shintaro para poder ahorrarse el escuchar las clases aburridas de sus educadores finalmente fueron escuchados, ya que el profesor de la última hora se había reportado enfermo. Uno a uno los grupos de amigos fueron saliendo del salón, salvo ese par que se encontraba en el rincón.

— ¿Qué harás ahora? — apenas escuchó la voz de Ayano, su cabeza se encontraba dando vueltas en otros pensamientos.

— Uhm, no tengo intención de llegar temprano a casa — susurró. — Me quedaré aquí un rato.

— Entonces me quedaré contigo — habló con una sonrisa la chica, haciendo que el friki se descolocara un poco, provocando que desviara la mirada a la ventana.

Cuando el aula quedó en silencio una sensación de tranquilidad invadió al azabache. Se dispuso a leer un libro que había adquirido por internet, mientras que su acompañante hacía algunos dibujos en el asiento de junto.

Pronto las páginas del libro se acabaron, el cielo se había puesto de un cálido anaranjado, anunciando que las estrellas pronto harían su aparición en el cielo. La mirada de Shintaro se posó en su compañera, notando como esta se había quedado dormida sobre su libreta. Extendió la mano hasta alcanzar los cabellos que se habían colado en el rostro de Ayano, haciéndolos un lado, su corazón se aceleró un poco al sentir la respiración contraria chocar contra sus dedos. Su rostro quedó rojo en cuanto los labios de la chica se curvaron en una sonrisa tierna.

El timbre sonó, ya era hora en que la escuela quedara vacía. Los ojos de Ayano se abrieron de a poco, desperezándose conforme se iba moviendo. Miró a su izquierda, encontrándose con Shintaro observando a la ventana, perdido en sus pensamientos, como era costumbre.

— ¿Me quedé dormida? — habló mientras se frotaba los ojos.

— No quise despertarte, te veías muy tranquila — respondió con ese tono frío de siempre, guardando sus cosas en la mochila.

De nuevo las mejillas de la chica se tornaron rosas, algo que el más alto no notaba. Ambos tomaron sus cosas y salieron del aula, guardando silencio en todo el camino. Su paso iba tranquilo, hasta que Shintaro reconoció unos lentes en la distancia. El chico de antes se encontraba unos cuantos metros delante de ellos, siendo rodeado por un grupo de chicas. Realmente no era extraño, a su modo era bastante bien parecido. Cosa que hacía odiarlo más.

Los pensamientos de Shintaro le habían hecho volver a unir las cejas, teniendo esa cara de; los odio a todos, no me hablen, no me toquen, ni respiren de mi aire.

Pronto su atención fue directo al caminar de aquel chico, viendo cómo se acercaba con esa sonrisa que ya había comenzado a odiar.

— Hola, Yuuki — la voz de animada de Ayano le hizo mirar a su lado un segundo. —, él es Shintaro, del que te hablé.

— Hola — habló el nombrado, mientras era señalado por la más baja. Consideró la idea de no juzgar al señor popular, puesto que no creía que Ayano podría llevarse con alguien con el ego tan alto —como si él no lo tuviera.—, cosa que no le duró mucho.

— Un placer conocerte, Shintaro — parecía que la alegría no le abandonaba a esa irritante voz. —, supongo que Ayano te ha hablado de mí — rió, colocando su brazo alrededor del cuello de la castaña.

La sangre le hirvió, la mirada del más alto sólo podía transmitir odio contra aquel chico. Ayano se había dado cuenta de esto, alejándose de Yuuki para calmar un poco la tensión en Shintaro.

— Ya es hora de irnos, chicos — podía escucharse el nerviosismo en su voz.

La mirada del de lentes por un momento cayó sobre la chica, mirándole como si de un ser inferior se tratase. — Sí, creo que sí — miró a Shintaro, sacando la lengua por un momento para burlarse. — Hasta luego, chicos.

Su caminar fue rápido al salir de ahí, tomando el camino contrario a donde los otros dos se dirigían. Ellos sólo le miraron alejarse, llevándose consigo el amargo sabor de boca que le estaba dejando al azabache.

— Él es muy cariñoso, Shintaro — justificó la castaña, llevando la diestra a tomar la mano del chico. —. No te enfades.

— No estoy enojado — le miró por el rabillo del ojo, en cuanto sintió elroce de manos comenzó su caminar. —. Él no me agrada, no deberías estar cercade un tipo como él.    

Teoría de la Felicidad// EditandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora