Capítulo 19.- La Gran Partida

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El arquero recibió todo el oro que había pedido para que los enanos pudiesen embarcar en aquel barco. Todos subieron, y se sentaron en algún lado del barco. Daga se puso en el pico del barco, observando el agua y los pocos peces que había en ella, recordando cuando el agua era mas brillante, y tenía una fauna innumerable.

Su trance fue roto por las palabras de Bardo. Que hicieron girarse y mirarle, intentando escuchar lo que decía.

-Meteos en los barriles antes que os descubran aquí dentro.

Los enanos protestaron mientras la niebla se disipaba poco a poco, haciendo visible unas torres de vigilancia en pleno lago, las cuales Thorin logró ver.

-Haced lo que dice, rápido, no tenemos mucho tiempo.-Dijo mientras cogía a la pequeña Daga y la metía en uno de los barriles para ponerla a salvo. Los demás se metieron en los barriles y callaron, mientras Bardo paraba el barco en un aserradero, y hablaba con un pobre hombre. Todos observaban a Bardo, pero la que mejor podía verle era Daga, que tenía muchísimos pensamientos en mente.

«¿Que estará haciendo? ¿Nos estará vendiendo? ¿Tan mal van las cosas aquí desde que llegó Smaug que vendería a una de sus amigos..?»

Daga tubo que dejar de pensar, debido a que un montón de peces muertos y mal olientes le cayeron encima, al igual que alos demás enanos, cosa que hizo que muchos sollozaran por aquel olor a muerto que llevaban encima.

Bardo siguió su travesía que poco a poco le llevarón a los portones del pueblo, donde revisarían su autorización y su mercancái, pero para él, no era un día de suerte. Alfrid, el ayudante del gobernador, aquel hombre odiado por toda la ciudad estaba hoy en el puesto de control, cosa que le haría muy díficil el paso al pueblo.

-Vaya por donde... Es Bardo..-Dijo mientras estiraba la mano para que este le diese su autorización.-Hmmm... Unos barriles vacíos del reino del bosque negro... No cargados de peces para el pueblo. ¡Guardias!.

En el momento que Alfrid gritó aquella ordén, los soldados empezaron a vaciar los barriles a gran velocidad, el tiempo de Bardo se acababa, y muy rápido.

-¿¡No veis lo que estaís haciendo?! Todo el pueblo irá a por tí cuando se entere de esto... pedirán que el gobernador dimita. ¿No crees que eso te afectará?

El que el gobernador dimitiese dejaría a Alfrid de patitas en la calle, cosa que para él podría acabar en la misma muerte, ya que es odiado por muchos de los pueblerinos, así que sin dudarlo, alzó la mano para que los soldados parasen de tirar el pescado. Bardo sonrió victorioso tras recibir varias amenazas de Alfrid, y siguió su camino hacia su pequeña casa, donde daría refugio a sus compañeros.

Al llegar a el puerto de su casa, hizo entrar a los enanos buceando como pudiesen, para que ninguno de los pueblerinos sospechase de él. Al llegar todos, Tilda, la hija de Bardo, les dio ropa de recambio para que dejasen la ropa mojada al lado del fuego.

-¿Estas cómoda no?.-Preguntó bilbo mientras acariciaba su pelo mojado.

-Si Bilbo, estoy perfectamente.-Sonrió y siguió viendo el fuego que consumía los trozos de madera.

-Me alegro que Thorin sea tu padre, de veras.-Dijo con una sonrisa.-Sois iguales en carácter.

-Gracias Bilbo.-Sonrió con unos ojos brillantes por las cosas que decía.

-Permíteme hacer una pregunta. ¿Ahora que?

Daga le mirý esbozó una sonrisa algo triste.

-Lo siento, pero puede ser que no salgas de ese lugar vivo. Intentaré que no entres convenciéndoles... Pero si entras, el te comerá sin pensárselo dos veces.

La Princesa Bajo La montaña~DᴀɢᴀʀʏᴛᴇDonde viven las historias. Descúbrelo ahora