Capítulo 27.- Digno de un Rey

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Había pasado un misero día desde que Thorin dejo el mundo para embarcarse al cielo. Todo Erebor estaba adornado con motivos festivos, pero había un lugar donde se estaba rindiendo honor a tres caídos del linaje de Durin, en el gran salón frente al trono, habían unos altares con los cuerpos de los 3 muertos embalsamados y bien cuidados, con flores a su al rededor. Thorin estaba con las manos cruzadas sobre el pecho con su espada, aquella que rompieron los orcos. Fili y Kili igual, pero ellos llevaban obejos diferentes. Kili llevaba la piedra de la promesa de su madre, y Fili llevaba un pañuelo con su nombre bordado. Todos los enanos estaban allí, observándolos, ya que la princesa había de leer un discurso frente a todos los demás, toda su población, que lloraba la muerte de sus reyes y príncipes.

-Queridos ciudadanos de Erebor.-Empezó así el discurso.-Hoy nos rendimos aquí por varias razones. La primera, es tal vez la más alegre y la más esperada. Nosotros, los enanos, hemos logrado regresar a Erebor y conseguir volver a conquistar nuestra vieja ciudad, volviendo a tener un hogar.-Daga tuvo que parar, debido a lo que iba a decir.-Pero esta noticia, ha tenido que causar sacrificios, y no unos sacrificios cualquiera... Nuestro Rey, nos ha dejado, salvándonos tal vez de lo que seríauna masacre. Y nuestros príncipes, murieron en una trampa... Pero ¡No murieron en vano!.-Grito ella mientras le miraba todos algo emocionados.-Han muerto por darnos a todos una casa, una casa donde vivir. Murieron por una razón, porque ellos amaban mucho a cada uno de los ciudadanos que están ahora bajo a estos techos. ¡Gracias a ellos pudimos regresar!.-La emoción de Daga podía notarse en su garganta, a veces la voz le temblaba.-Y Hoy es el día de darles un entierro, un entierro digno de un Rey.-Dijo bajando del trono mientras se acercaba a cada altar y brindaba un beso a cada uno en la frente, y cada vez decía la misma frase.-Que el viento se lleve tu alma a lo más alto del cielo y puedas descansar en paz.

Una vez terminó la ceremonía, los enanos más fuertes elevaron los altares para llevarlos a las tumbas cavadas anterior mente, donde sumergieron los cuerpos poco a poco. Todo el mundo miraba aquel entierro con lágrimas de dolor y de perdida, todo aquello era demasiado doloroso, pero la idea de en un mismo día tener tantas cosas, a algunos ciudadanos les alegraba.

Una vez acabado el entierro, Daga corrió a sus aposentos. En el caminó se paró mientras miraba a los ciudadanos recoger el oro que había antes esparcido por toda la montaña, recordando mil palabras desagradables que le había dicho a su padre, cosa que se lamentaba de haber dicho, pero no era hora de lamentarse, tenía prisa y siguió su camino.

Cuando llegó a sus aposentos se cambió de ropa poniéndose un vestido largo de color azul, con una capa de pelo de huargo por encima, mientras recogiía su pelo y lo guardaba en su capucha. Se puso los zapatos más elegantes que tenía, y volvió a salir al salón. Cuando llegó las trompetas empezaron a sonar.

Ella caminó despacio mientras la gente le vitoreaba y le aplaudían, a cada paso su estomago le daba un pinchazo que cada vez se hacía más fuerte, junto con las ganas de salir corriendo. Una vez se sentó en el trono, Balin le trajo la corona de su padre, esa corona que él llevaba cuando estaba loco. Balin la depositó sobre su cabeza lentamente y ella se levantó para que todos pudiesen observarla, pero se sentía fuera de lugar. Empezó a jadear y a agobiarse, le faltaba el aire, tenia los nervios a dlor de piel, y lo hizo, tiró la corona.

-¡No puedo!.-Gritó mientras la gente le miraba sorprendida de su acto. Todas esas miradas le asustaron mucho más-Eh...-Daga salió corriendo a sus aposentos sin pensarlo ni una vez más, estaba aterrada, no quería ser reina, solo quería pasar desapercibida, tal como lo hacía todos aquellos años en los que estaba sola.

La Princesa Bajo La montaña~DᴀɢᴀʀʏᴛᴇDonde viven las historias. Descúbrelo ahora