Capítulo 2

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Aprieta con fuerza los ojos al reconocer el olor del suavizante de las sábanas, esas que la han envuelto durante toda su vida en su hogar. Por unos segundos, no entiende nada. O quiere no entenderlo.

Mueve levemente el pie, que se le ha quedado helado, buscando el calor de la piel de Martín. Necesita saber que está ahí, que tan solo está un poco desorientada. Pero su pie choca con la pared precipitando sus pocas esperanzas por la ventana.

Está en casa de sus padres. Sola.

Es infantil, pero no quiere abrir los ojos para despertarse en una realidad completamente distinta a la de hace menos de 24 horas.

De repente, unos sudores fríos toman el control de su cuerpo y hace demasiado calor, tanto, que el aire no entra en sus pulmones y siente que se ahoga.

Su pecho sube y baja a trompicones sin permitirle terminar de liberar el llanto que atasca su tráquea. Consigue ponerse de pie con dificultad y, a pesar de todo, avanza en la oscuridad y sus pasos la llevan hasta automáticamente hasta el baño que hasta hace unos años ha compartido con Álvaro.

Todo da vueltas a una velocidad vertiginosa haciendo que su vida de repente haya dado un giro de 180 grados. No puede respirar, no puede pensar, no puede creérselo. No quiere.

Sus piernas pierden la poca fuerza que siente que tienen hasta que la llevan hasta el suelo. Siente que se rompe como un cristal chocando contra el piso inesperadamente. Su cabeza y estómago giran en direcciones opuestas y acaba por terminar de marearla.

Oye ruidos pero todos los sonidos, excepto el de su respiración entrecortada, le llegan como opacados. Ve en los azulejos del suelo una sombra y aprieta los ojos con fuerza pidiendo por favor que sea Martín y eso solo una horrible pesadilla.

- Ey, mi vida- susurra una voz femenina que pretende ser cálida, pero por el contrario provoca un escalofrío por todo su cuerpo.

Su madre se agacha a su lado tratando de consolar un dolor que sabe perfectamente cómo se clava en las costillas y revuelve el estómago.

Luna quiere hablar, pedirle que haga como cuando era pequeña y se metía con ella en la cama hasta que el miedo por la pesadilla se desvanecía entre sus brazos. Pero no, en el fondo no cree que los brazos de su madre, por muy fuerte que la aprieten, vayan a lograr hacer que viajen hacia atrás en el tiempo.

Aun así lo intenta, pero lo único que sale por su garganta es lo poco que había en su estómago. Ainara reacciona rápido tratando de sostener su melena para que no se manche sintiendo cómo cada sollozo de su hija reaviva un dolor dormido.

- Toma, cielo- indica alcanzando la toalla sin dejar de acariciar la espalda de Luna.

El sabor a bilis en la garganta es casi imperceptible comparado con el dolor que siente oprimiéndole el pecho. Después de limpiarse sin ser muy consciente de lo que hace, deja caer la cabeza contra el cuerpo de su madre, que la abraza y sostiene como puede, deseando cambiarse por Luna en ese mismo instante y que la ansiedad que sacude su cuerpo desaparezca.

Pedro las observa desde el umbral de la puerta y cruza una mirada con Ainara que hace que se agache junto a ellas y deslice su mano por la melena aún enredada de Luna.

Para cuando quiere darse cuenta, Luna está sentada en la mesa de la cocina agarrando con fuerza la taza que ha posado pocos segundos antes su padre frente a ella, desoyendo su advertencia de que quemaba.

- Ya sé que te gusta más ese asqueroso café solo, pero hoy vas a tener que conformarte con esto-trata de bromear refiriéndose a la tila que espera que relaje el cuerpo aún tembloroso de Luna.

Más allá de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora