Capítulo 44

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Contempla el ritmo pausado con el que el pecho de la niña sube y baja y se concentra en dejarse llevar por él. Hace tan solo unos minutos le parecía imposible que la pequeña descansara con tanta paz. Quizá tenga que ver que es la primera noche que pasa lejos de sus padres o, quizá, son sus propios nervios los que inconscientemente ha traspasado a su sobrina.

Su mirada se desvía intranquila a la mesita de noche para después volver al rostro de Estela y un pequeño pinchazo sacude su estómago. ¿Y si...? ¿Qué tan malo sería? ¿Puede ser considerado una locura? Son solo algunas de las preguntas que pasan fugaces por su mente mientras se intenta dejar arrastrar por la respiración de la niña. Necesita parar, sumergirse en la paz que transmite Estela y dejar de sentir que se encuentra al borde de un precipicio sin saber hacia dónde avanzar.

Sin embargo, no parece ser la única que no encuentra la orientación de su brújula esa noche. Los pasos de Luna han avanzado casi de manera inconsciente y ni siquiera es consciente de hacia dónde la han llevado hasta que no escucha el sonido del timbre tras apretarlo con el pulso tembloroso.

- ¿Sí?- se escucha una voz extrañada al otro lado del telefonillo.

Por un instante, Luna piensa en retroceder cada uno de los pasos que ha dado. Quizá no ha sido buena idea ir hasta allí, pero volver a enfrentarse a la propuesta que le ha hecho Martín hace casi una hora le oprime el pecho. No. No está preparada. Al menos no ahora

- ¿Quién es?- insiste la voz

- Luna- consigue pronunciar con un hilo de voz.

Ni siquiera ha terminado de pronunciar su nombre cuando la puerta se abre. No sabe muy bien por qué, sus pasos la llevan directa por las escaleras. Quizá por alargar el momento de dar algún tipo de explicación o tal vez porque no soportaría el silencio que solo ocuparían las voces de su cabeza en el corto trayecto en ascensor.

- Pero... ¿qué ha pasado?- reacciona con preocupación al verla subir los últimos peldaños- Estás empapada- señala haciéndose a un lado aguantándose el abrazo que le apetece dar a su cuñada.

Luna agradece a la tormenta que, al menos de momento, sus lágrimas hayan pasado desapercibidas para Lía.

- Anda, quítate eso y sécate. Ahora te dejo algo que tienes que estar helada- le señala tras ofrecerla una toalla que acaba de sacar del armario.

- Necesito ver a Estela, ¿dónde está?- interviene al fin sin hacerle caso.

- Está dormida y es mejor que primero te seques un poco- insiste.

- ¿En tu habitación?- pregunta de nuevo dispuesta a no hacerle caso.

Ahora mismo solo la tiene a ella.

- Luna- la frena agarrándola del brazo- has llorado...- musita al cruzarse con su mirada- ¿Qué ha pasado?- pregunta más seria.

- Simplemente quiero ver a mi hija- reacciona a la defensiva soltándose para frenar las lágrimas que amenazan con volver a recorrer su rostro.

Lía solo puede seguir los pasos de su cuñada toalla en mano en busca de una explicación. Se contiene muy mucho de pegar los cuatro gritos que le pide el cuerpo. Lo primero, porque no quiere despertar a su sobrina después de todo lo que le ha costado y lo segundo, porque, sea lo que sea lo que le ha sucedido a Luna, poniéndose a su mismo nivel de nervios no va a conseguir nada.

Luna frena en seco al abrir el dormitorio de Lía. En la penumbra, encuentra una Estela envuelta en una paz de la que ahora mismo ella carece. Instintivamente, suaviza sus movimientos hasta sentarse al borde de la cama a su lado. A pesar de todo, la tienen a ella. Ella, que en su mente siempre ha representado el cúlmen de su amor. Son sus dedos los que automáticamente buscan perfilar su rostro provocando un escalofrío en la pequeña, posiblemente por su frialdad. Y es ese movimiento, el que precipita que Luna reaccione con rapidez separándose para no despertarla.

Más allá de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora