Capítulo 8- Parte 2

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- Luna- repite Aitana llamando su atención, aunque aún le tiembla la voz al dirigirse a ella debido a la tensión de las últimas horas- Martín y yo te preguntábamos si te acordabas de cuando Marco descubrió el secreto de los Reyes Magos al ver el juguete que había pedido escondido en su estudio- relata intentándola hacer partícipe.

Pero una vez más, a Luna le molesta que incluso hable en nombre de Martín. Martín no puede hablar, no puede abrazarla y tampoco puede estar a su lado como prometió hace demasiado poco tiempo.

- Martín no puede preguntarme nada- no puede contener pronunciar en un susurro que Aitana logra distinguir lanzándole una mirada que la atraviesa por completo- Marco aún se jacta de su hallazgo- cambia su respuesta- Imposible olvidarlo- añade ahora mucho más cerca de Martín enredando sus dedos en su cabello.

Los minutos que restan de visita no sabe si pasan volando o, de lo contrario, le resultan eternos. La tensión entre ellas no parece evaporarse del todo a pesar del teatrillo al que se ha visto arrastrada. Y si en algún momento Luna había dejado olvidada en algún rincón de su cuerpo la ira que antes la invadía, no poder despedirse de Martín como le gustaría una vez más parece despertarla de nuevo.

- Voy un segundo al baño- avisa Aitana a su hija antes de desaparecer y dejarlas a solas.

- ¿Cómo está?- pregunta Lía al ver que Luna ha vuelto a tomar asiento y parece dispuesta a retomar el trabajo.

- ¿En serio?- reacciona molesta- Eres enfermera, supongo que no crees en milagros- contesta irónica.

- No sé qué coño te pasa, pero yo no soy tu enemiga, Lu- responde empezando a hartarse de las malas contestaciones de la chica.

- Ese es el problema, que no sabéis nada, no tenéis absolutamente idea de nada- dice empezando a ponerse cada vez más nerviosa levantándose de nuevo del asiento para caminar sin rumbo por la sala de espera.

- Quizás si nos hablaras como personas y no nos ladrases a la mínima, entendemos algo- rebate cansada de pasar por alto cada mala respuesta de la chica.

- No hace falta un manual de instrucciones- señala con exasperación- Mi regalo de bodas ha sido un puto accidente de coche. Mi marido está en coma no sé por cuánto tiempo y yo tengo una hipoteca recién firmada con él, una colección sin terminar con un montón de problemas de por medio y una mudanza a medias y... y un montón de cosas más- termina de decir aceleradamente rompiéndose con su última frase con un hilo de voz.

- Lu...- dice con suavidad porque a ella también le duele verla así- Esto es una mierda, pero es una mierda para todos- la intenta hacer ver.

- No... no- niega alejándose de ella conteniendo un llanto- Yo soy la que dormía cada noche con él, la que le acompañaba cada día, la que compartía sueños y pesadillas- rebate cada vez más nerviosa- Yo no me conformaba con una llamada al día y comer con él de vez en cuando- hace referencia a sus suegros- ni tampoco vivía a miles de kilómetros para verlo a través de una pantalla- la acusa pasando, sin saberlo, un límite insalvable- No es la misma mierda para todos- usa sus palabras.

- ¿Sabes qué?- la corta Lía en un tono mucho más serio que en toda su conversación- La que no tienes idea de absolutamente nada eres tú- añade con decepción dispuesta a darse la vuelta y salir de allí.

Las palabras pueden ser mucho más dañinas que muchas armas y algunas de las que ha soltado Luna por la boca hoy no puede perdonárselas. Después de todo, después de tantas cosas, no la reconoce.

- Te estás equivocando...-murmura justo antes de desaparecer.

Las lágrimas escapan con premura de sus ojos en cuanto se siente en la falsa seguridad de estar sola. Sola como se lleva sintiendo ya muchos días. Sola como merece por sus últimos actos de los cuales, a pesar de lo que su cuerpo le pide, no se siente orgullosa.

Más allá de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora