Enero siempre es un mes de cambios. O al menos de buenos propósitos. Pero en casa de Martín y Luna este año marca además más de una cuenta atrás.
La rutina de Martín no ha variado demasiado. Pero, al contrario de esas vacaciones de Navidad que ha disfrutado como un niño, ahora todo el mundo ha vuelto a su vida y ya no hay tanto tiempo para reuniones familiares ni risas entre amigos.
Todo el mundo ha terminado sus vacaciones menos él, que, frustrado, ve lejano el momento de reincorporarse a su trabajo.
En cambio Luna madruga cada día tratando de evitar que él se despierte tan temprano con su movimiento. Además, está nerviosa. Las noches empiezan a hacérsele eternas porque cada vez le cuesta más dormir. Y no se lo pone mucho más fácil pensar que ya solo queda un mes, solo un mes para un momento con el que ha soñado desde que sus padres le regalaron el primer bloc de dibujo hace tantos años. A veces tiene que pellizcarse porque cree que está soñando, pero en un mes presentará una colección que únicamente lleva su nombre y cuyo camino ha estado plagado de cientos de emociones mezcladas y que espera que terminen dejándole con buen gusto en la boca.
Se ha prometido a sí misma que en cuanto pueda presentar la colección y la promoción que la acompaña, bajará el ritmo y se concentrará casi exclusivamente en la llegada de su hija mientras busca inspiración para crear la siguiente colección.
Le duele no poder ayudar a Martín en su recuperación tanto como le gustaría, pero por suerte, Luis suele llegar a casa poco después de que Martín consiga terminar de hacer la cama con mucho trabajo, tiempo después de que haya notado el roce de los labios de Luna en su mejilla como despedida. En esa nueva rutina y gracias a la flexibilidad del trabajo de su padres, disfrutan del desayuno antes de empezar el día dando largos paseos.
Días alternos, el paseo se acorta y se enlaza con las sesiones de rehabilitación a las que Martín aún tiene que acudir. Sesiones que no parecen tener una fecha de fin y a las que cada vez le cuesta más ir porque, sinceramente, no ve grandes avances.
Su padre intenta ser optimista y no falla ni a una de las citas buscando ser ese hombro donde espera que algún día Martín ceda y baje sus defensas. Porque, bajo esos rizos cada día más deshechos y ese rostro serio, Luis sabe que se esconde algo más. Algo que Martín no se atreve a exteriorizar y que su padre espera pacientemente no tener que sacárselo a la fuerza.
- ¿Ese no es Víctor?- llama su atención Luis provocando que su vista se eleve ligeramente desviando su mirada de los peldaños que se ha obligado a bajar esquivando la cuesta de salida del hospital.
- Sí- confirma Martín con el ceño levemente fruncido
El chico parece verlos en el mismo instante en el que sus miradas se cruzan. Víctor mira con cierto nerviosismo a su alrededor corroborando que no tiene escapatoria y finalmente se atreve a avanzar hacia ellos.
Con Martín ha coincidido en muchas ocasiones, aunque desde que Lía marchó a Ghana el chico no le ha vuelto a tratar con la misma familiaridad de antes. Lo entiende y jamás se lo reprocharía, bien claro se lo ha dejado muchas veces a Luna cuando pudorosa se ha disculpado en su nombre.
Sin embargo, con Luis apenas ha coincidido salvo en la boda de Martín y Luna en la que, por suerte, apenas intercambiaron un cordial saludo.
- ¿Os ayudo?- se ofrece al ver que se han quedado parados en mitad de los escalones que dan acceso al hospital.
- No, puedo solo- rechaza su ayuda Martín.
- Es un cabezón- murmura Luis temiendo que Víctor malinterprete las palabras de su hijo.
- Necesitaba serlo para salir de esta- le da la razón con media sonrisa.
Inevitablemente ha vivido el accidente de Martín muy de cerca a pesar de que probablemente nadie recuerde su presencia por esos pasillos.
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Más allá de la Luna
RomanceLuna sabe a primavera y a luz, a esas risas sin sentido tirados en el sofá y a sus buenos días amargos. A noches enteras imaginando un futuro juntos en sus escasos metros cuadrados. A amaneceres después de haberle robado la luna al cielo. A futuro. ...