Cuando deja caer el peso de su cuerpo sobre la cama, siente que pesa una tonelada. Su fisioterapeuta le ha advertido que es normal que se canse antes. No solo sus músculos están debilitados tras tanto tiempo adormilados, sino también sus órganos, que no han tenido que trabajar al ritmo que ahora les exige.
Es gratificante empezar a sentir esas cuatro paredes su casa. Es tranquilizador darse cuenta de que forma parte de un todo y no una pieza de un puzzle a la que presionan para que termine de encajar.
Las sesiones de rehabilitación, el tiempo en familia y las continuas fiestas, planes y reuniones debido a la Navidad están ayudando a ello. Aunque también dejan su cuerpo y su mente al borde del colapso cada noche.
O eso pensaba Martín justo antes de darse cuenta que Luna se ha dejado la puerta del baño volteada. No hay nada de especial, o al menos la chica no está haciendo nada que se salga de la que ahora es su rutina habitual. Son unos minutos extra de paz, mimo y autocuidado. Tras una ducha reparadora después de un día agotador, la observa concentrada hidratando esa parte de su cuerpo que crece por minutos. No entiende lo que dice desde la cama, pero le dedica sonrisas y caricias a esa vida que está a punto de aterrizar en la suya.
Sin embargo, ese momento tan íntimo bajo la tenue luz del baño resalta la silueta de Luna y, por un instante, hace olvidar a Martín el cansancio y el peso de su cuerpo y centrarse solo en ella y todo lo que le genera.
Luna le sonríe inocente cuando camina de nuevo hacia la cama sin poder evitar dejar un suave beso en sus labios cuando se acomoda a su lado.
- ¿Estás bien?- se preocupa aún con el rostro frente al suyo al darse cuenta que no deja de observarla.
- Ahora mucho mejor- sonríe con picardía posando su brazo tras su cintura impidiendola alejarse- Estás muy guapa y no te lo había dicho- susurra sincero.
A pesar de los años que llevan juntos, Luna se sonroja.
- No seas bobo- ríe con cierto pudor intentando alejarse.
- Es verdad- insiste obligando a su cuerpo a hacer un esfuerzo más para mantenerla junto a él y poder dejar un beso en el lóbulo de su oreja, justo como recuerda que le encanta.
- Martín...- advierte flaqueandole la voz porque ese, es uno de sus puntos débiles y Martín lo sabe- No juegues con fuego- le alerta porque aún teme las consecuencias que el accidente ha tenido en el cuerpo de su marido.
Hace ya días que le dieron el alta en el hospital y, aunque pudiera decirse que casi han alcanzado una rutina en la que ambos se han acoplado con bastante facilidad, lo cierto es que hay ciertos aspectos de su vida que irremediablemente aún no han sabido afrontar. Quizá porque los miedos a veces se adueñan de nosotros, o tal vez porque a veces la prudencia es la mejor consejera.
- Necesito jugar con fuego de una vez por todas- se resiste Martín no cejando en su empeño de erizar cada centímetro de la piel de la chica.
Y es ese convencimiento de Martín el que hace que Luna de una patada a esa vocecilla de su cerebro para dejarse arrastrar por lo que su cuerpo le pide.
A pesar de que el aire acondicionado está demasiado fuerte para lo que a él le gusta, no hace frío. O quizá lo hace, pero Martín está demasiado concentrado conteniendo la respiración mientras Luna pasea su mano por su pierna. Cada vez le queda menos distancia para alcanzar la cremallera de su pantalón y le mira sonriendo divertida.
Ir al cine los miércoles se ha convertido casi en una tradición en este año que llevan juntos. Martín suele pasar a buscar a Luna al atelier y pasean de la mano hasta allí.
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Más allá de la Luna
RomanceLuna sabe a primavera y a luz, a esas risas sin sentido tirados en el sofá y a sus buenos días amargos. A noches enteras imaginando un futuro juntos en sus escasos metros cuadrados. A amaneceres después de haberle robado la luna al cielo. A futuro. ...