Si algo ha caracterizado siempre su modo de vivir es la improvisación, adentrarse en lo imprevisible sin vértigo y dejarse llevar. Sin embargo, desde hace ya un tiempo añora la estabilidad y el orden. El placer de lo previsible y el descanso de que tu corazón no pegue un salto a cada instante.
Quizá por eso, esa llamada de su hermano, que se alargó en el tiempo más de lo normal, la ha mantenido más desconcentrada de lo habitual en el trabajo. O quizá, simplemente es un cúmulo de todos los acontecimientos inesperados que se empeñan en alterar su vida.
Cuando Martín le abre la puerta, ni siquiera espera a que la salude antes de colgarse de su cuello. No se lo ha pedido, ni posiblemente se lo vaya a pedir, pero le conoce tan bien que no necesita que pronuncie palabra.
El Martín que le enseñó a pronunciar todos los tipos de dinosaurios casi a la vez que los colores, que se compinchaba con ella para robar las galletas de chocolate de la cocina o que le prestaba un hueco en su cama cuando le visitaban las pesadillas, es el mismo Martín al que no se le dan bien las palabras y que se siente perdido cuando sus planes no salen como había ideado. Y, desde luego, la ruptura o al menos el tiempo que parece han decidido darse su hermano y su cuñada está segura que no salía en los planes de nadie.
- Aún no ha llegado Luna- aclara Martín en un intento por cortar ese abrazo que sabe puede terminar por derribar sus barreras emocionales.
Lía sonríe de medio lado al leer las intenciones de su hermano.
- ¿Y la pequeñina?- pregunta no queriéndoselo poner más difícil mientras avanza por el piso.
Martín suspira visiblemente agobiado mientras se pasa la mano por el pelo.
- La acabo de dejar en la hamaca aunque está un poco inquieta, pero está limpia porque le he cambiado el pañal- se explica a gran velocidad.
- Querrá jugar- resta importancia siguiendo a su hermano hacia el salón donde la recibe la sonrisa de su sobrina.
Martín se maravilla con la pasmosa facilidad con la que Lía parece entender a la pequeña, que pronto envuelve el salón con sus carcajadas ante las canciones y juegos que la chica interpreta. Por una parte se siente en paz al ver que su hija está bien, feliz. Pero una voz interior le persigue repitiendo lo inútil que es que sea la única persona sobre la faz de la tierra que no parece entender esa mirada vibrante ansiosa por descubrir el mundo.
Solo el sonido de la puerta anunciando la llegada de Luna le devuelve al presente haciéndole incorporarse con rapidez del sofá.
- Voy a terminar de preparar mis cosas- dice dirigiéndose exclusivamente a su hermana.
Luna se encoge de hombros y suspira ante la mirada incrédula de Lía que no tarda en seguirla a la cocina con Estela en brazos.
- ¿Ni siquiera os habláis?- cuestiona mientras Luna de espaldas a ella empieza a colocar la compra en los armarios de la cocina.
- Está siendo todo muy raro- admite aún desconcertada por los últimos acontecimientos.
- No pensé que fuera para tanto el otro día- confiesa Lía.
- Y espero que no lo sea- advierte Luna girándose para mirarla de frente- Martín es muy cabezón, pero de verdad espero que termine entrando en razón- explica con la mirada cargada de tristeza que pocas veces ha visto Lía en sus ojos- Sé discreta, por favor- casi la suplica a la par que Estela le lanza un manotazo llamando su atención- Hola, mi amor- sonríe por primera vez desde que ha llegado cogiendo en brazos a su hija.
- Supongo que es buena señal que Martín también me ha pedido que no le diga a nadie que se va a quedar en mi casa, aunque no tengo ni idea de cómo lo va a hacer con mi padre si se ven todas las mañanas con esos paseos de rehabilitación que se dan...- expone pensativa porque desde luego toda esta situación escapa de su lógica.
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Más allá de la Luna
RomanceLuna sabe a primavera y a luz, a esas risas sin sentido tirados en el sofá y a sus buenos días amargos. A noches enteras imaginando un futuro juntos en sus escasos metros cuadrados. A amaneceres después de haberle robado la luna al cielo. A futuro. ...