Capítulo 48

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Ha sentido las miradas curiosas puestas sobre ella y Estela desde que ha cruzado el marco de la puerta. Miradas que, lejos de juzgar, solo preguntan todas las cuestiones sin respuesta que nadie se ha atrevido a verbalizar. 

Es indudablemente extraño que Martín no esté allí. En estos años, era realmente difícil verlos separados e imposible que se perdieran cualquier reunión familiar porque para ambos la familia siempre ha sido y quiere creer que sigue siendo una prioridad.

A pesar de ello, parece que la excusa de que Martín tenía que preparar una importante reunión de trabajo, ha sido suficiente para que todas esas preguntas no escapen de la garganta de ninguno de los presentes. O mejor dicho, de la de casi ninguno. Porque, cuando Luna se levanta con la excusa de tirar el papel con el que han envuelto los regalos de su madre y buscar el cava con el que brindar, Álvaro se apresura a seguir sus pasos.

-¿A mí tampoco me vas a contar la verdad?- pregunta aún a su espalda sobresaltándola- Sé de sobra que no hay ninguna reunión esta semana.

Luna se muerde el labio culpable. ¿Cómo ha sido tan torpe? Es obvio que su hermano que aún sigue trabajando para la empresa de Martín y David iba a adivinar que su excusa es simplemente eso, una excusa. ¿Ha sido su subconsciente el que desesperadamente ha buscado con esa invención una mano amiga a la que agarrarse? Ni siquiera ella se entiende y, mientras traga saliva con dificultad, su mente viaja solo un par de días atrás.

No le es difícil encontrar la cafetería en la que la ha citado Martín y una sonrisa estúpida se amplía en su rostro cuando le distingue en el interior. A pesar de todo, aún tiene esa influencia sobre su estado emocional aunque en algún momento no ha sabido transmitirlo. Y eso, es algo que aún la tortura día a día.

Puede resultar absurdo, pero su mano tiembla ligeramente cuando empuja la puerta y su estómago se encoge a medida que se acerca a la mesa. En estas semanas apenas han compartido momentos y, desde luego, tendría que hacer memoria para recordar la última vez que se han visto fuera de su piso. Porque sí, aunque solo ella habite esas paredes, también es el piso de Martín, así lo dicen las escrituras y los múltiples objetos que recuerdan su ausencia cada día.

El mundo interno de Martín no está mucho más en calma que el de Luna. Lleva ya varios minutos sentado en esa mesa. Lía no podía acercarle hasta allí en coche por lo que ha tenido que coger el metro y temía llegar tarde. Ha intentado cambiar o redescubrir muchas cosas de sí mismo en los últimos días, pero la puntualidad no es una cualidad a poner a prueba. Si ya le persigue su propio juicio sobre lo mediocre que es como padre, no querría que se sumara el de Luna pensando que los asuntos de su hija no le importan lo suficiente como para llegar puntual.

- Buenos días- le saluda Luna algo tímida, pese a la confianza que los años compartidos les dan, pero no puede evitar seguir sintiéndose algo incómoda sin saber cómo actuar en ese limbo en el que están- ¿Llevas mucho esperando?- cuestiona con cierto pudor mordiéndose el labio.

-Tranquila, solo salí un poco antes por si me perdía en el metro- confiesa asomándose al carro de Estela.

- ¿Por qué no me has avisado?- pregunta algo dolida porque ni siquiera lo haya considerado.

Siente que cada vez están más lejos y, en vez de acercarse, cada vez parecen alejarse más a la deriva sin remedio. Y la verdad, muchas veces duda si merece la pena el esfuerzo de remar hacia su orilla o si arreglar lo que tenían es solo una utopía con la que le engaña su mente.

- Coger el metro no es el fin del mundo- intenta bromear sin conseguir hacer reír a Luna.

- Voy un segundo al baño- señala más por huir de la situación que por verdadera necesidad.

Más allá de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora