El sonido que producen las llaves al contacto con la cerradura hace que se sobresalte. En realidad, lleva toda la noche cabeceando en el sofá. El silencio del piso, lejos de inducir su sueño, parece haber despertado sus pesadillas y, a pesar de poder disfrutar de la totalidad del colchón, ha sido incapaz de cruzar el umbral de la puerta del dormitorio principal sabiendo que no va a aparecer Luna.
Cuando Luna salió del piso anoche sopesó la idea de ir tras ella. Pero si algo resonaba dentro de él, es que tiene que respetar sus decisiones, por mucho que duelan. Y al final, el gesto de Luna no era más que la materialización de lo que representaban sus palabras. Tomar caminos separados.
Y aunque una parte de él le grite que es lo mejor para ambos, no significa que no duela. Por extraño que parezca, a pesar de que en muchos momentos en estas semanas parecieran desconocidos, hay una conexión invisible a los ojos entre ellos. Y las lágrimas que él mismo de algún modo ha provocado en Luna le duelen como si se hubiera hecho un daño físico, como si con esa separación, se hubiera ido una parte de su alma. Una más.
Apenas ha conseguido cerrar los ojos durante toda la noche. Tampoco ha conseguido concentrarse en ninguna serie o película, de hecho, ni siquiera le ha apetecido encender la televisión para acallar con su ruido las voces que le juzgaban en su cabeza. Era lo correcto, ahora sí que la has cagado, solo sabes hacerla daño, deberías haberlo hecho antes... son solo algunos de los pensamientos que le han acompañado.
Ha tenido el teléfono en las manos varias veces, dudando sobre qué contacto pulsar. Pero ha sido la vergüenza ante la decepción que puede provocar en sus seres queridos su decisión, la que le ha impedido realizar llamada alguna.
Ha intentado recuperar al joven Martín, ese que pagaba con su guitarra en sus momentos de soledad sus frustraciones, miedos y anhelos. Pero esta vez no ha funcionado. Quizá porque ya no es ese Martín y su escasa motricidad fina hace que ahora los acordes suenen peor que el maullido de un gato atropellado. Justo lo que es él.
Quizá por eso, lo primero que ve Luna al abrir la puerta es una de esas botellas de vino que les regalaron al comprar el piso abierta y prácticamente vacía.
Martín se levanta con torpeza al verla entrar. Lo cierto, es que no tenía nada claro cuando se iba a producir esa imagen.
- ¿Te duchas y hablamos?- propone Luna con sutileza no queriendo echarle en cara que esa noche haya buscado el refugio en el alcohol. Quizá ella si ese olor no despertara ciertas pesadillas o la situación en casa de Lía hubiera sido otra también lo hubiese hecho.
Martín asiente levemente con la cabeza antes de acercarse a ellas. Estela hace apenas unos segundos que ha pasado de jugar con un mechón revoltoso que se ha salido de la coleta improvisada de Luna a chuparse el puño señalando que es hora de su desayuno. El cuerpo de Luna se tensa cuando apenas les separan unos centímetros. No puede ser que él no note lo mismo cuando la tiene cerca.
Martín deja un beso en la mejilla de Estela, a la que se le escapa una carcajada que curva levemente los labios de sus padres. Aunque duda, Martín acaba repitiendo la misma acción dejando un beso en la frente de Luna, que cierra los ojos y suspira levemente intentando no romper a llorar como lleva haciendo cada pocos minutos desde hace unas horas.
Martín no sabe cuánto tiempo pasa debajo de la ducha, ni si se siente preparado para la conversación que deberían tener ahora. Siente contradicciones golpeándole el estómago porque quiere creer que por mucho que le duela haber tomado la decisión que ha tomado, es lo mejor para todos.
Avanza tratando de no hacer ruido para no romper esa escena rutinaria de la que le encanta ser espectador. Aunque no puede negar el hecho de que tiene miedo de quedarse para siempre en el banquillo. Estela mira con sus ojos enormes verdosos a su madre mientras le da el biberón y a Martín se le curva ligeramente el labio. Sabe perfectamente lo que está viendo su hija, porque es lo mismo que ve él y que le lleva haciendo feliz desde hace más tiempo del que recuerda. Como si Luna fuera tan parte de su vida, de él mismo, que parece difícil enfrentarse a un abismo en el que van a ser él y ella por separado.
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Más allá de la Luna
RomanceLuna sabe a primavera y a luz, a esas risas sin sentido tirados en el sofá y a sus buenos días amargos. A noches enteras imaginando un futuro juntos en sus escasos metros cuadrados. A amaneceres después de haberle robado la luna al cielo. A futuro. ...