Aún es pronto. Pero ha sido inevitable que los nervios de Iván la noche anterior viendo la cabalgata de los Reyes Magos no se le hayan contagiado levemente. Siempre ha sido un día especial, lleno de magia y para el que empezaba a hacer la cuenta atrás muy pronto.
Además, ha invertido muchas horas y cariño en el regalo de Luna, así que espera que haya quedado reflejado y para ella sea tan importante como ha sido el proceso de prepararlo para él.
Luna aún duerme agazapada a su lado. Las frías temperaturas de enero no perdonan y, pese a ello, únicamente va tapada con una camiseta que unas horas antes llevaba él mismo puesto.
En el camino de redescubrir cuál su sitio en el mundo, se ha dado cuenta de que entre las piernas de Luna encuentra un lugar seguro que le abriga y le abraza sin juicios.
Su brazo está rodeado sin fuerza por los de la chica. Sonríe enternecido porque sus labios levemente abiertos son hogar y se muere por besarlos aunque no sea el mejor momento.
Desenreda su brazo con cuidado de no despertarla, cuando su mirada cae hasta su vientre suspira tratando de autoconvencerse de que el tiempo y el instinto se aliarán para ponerse de su parte.
Deja un beso suave en la frente de Luna antes de taparla bien para que no coja frío e intenta no hacer ruido al salir de la habitación aunque su agilidad es reducida ahora.
Ve cómo Luna se mueve, pero no llega a abrir los ojos justo antes de que salga de la habitación con la ayuda de esas muletas de las que aún no se ha deshecho.
En el grupo de sus amigos, ve que, mientras Pablo ha debido mandar un mensaje borracho, Javi ha enviado hace ya un buen rato fotos de la ilusión de su hijo al descubrir el árbol. Durante los segundos en los que observa la imagen que curva sus labios, se le hace fácil imaginar a su hija gateando por el salón rodeada de adornos mientras Luna y él cruzan una mirada cómplice. Por primera vez desde que es consciente de que la llegada de su hija cada vez está más cercana, la imagina sin ansiedad ni miedo, simplemente sonriendo y avanzando hacia él con la confianza de que sus brazos son un lugar seguro, algo que le cuesta creer últimamente a diario.
Héctor bromea diciendo que cada uno no duerme por motivos distintos. Inconscientemente, Martín no puede contener una media sonrisa porque, después de ir con Javi, Celia y sus hijos a ver la cabalgata, plan que todos disfrutaron tanto como el más pequeño, la suavidad de las caricias en el sofá acabaron llevándoles a Luna y a él a buscar el calor en el cuerpo ajeno.
Supone que es normal que aún le cueste ubicarse cuando sale del portal, al fin y al cabo, es lo mismo que le pasaría a cualquier persona tras una mudanza después de diez años viviendo en el mismo sitio. La poca gente que hay por la calle aún no ha pisado su casa desde el día anterior. Martín se encoge en su abrigo tratando de hacer memoria de dónde estaba la churrería que vio hace un par de días por los alrededores.
Luna no puede negar que al girarse en la cama y buscar el calor de los pies de Martín con los suyos y no encontrarlo se asusta. Abre los ojos con cierto temor a sentir que lo último que recuerda sea un sueño y no la realidad.
- ¿Te he despertado?- murmura Martín antes de sentarse en la cama. Luna se acerca acomodándose en su pecho al que se abraza para corroborar que es real.
- Estás helado-susurra encogiéndose para darse calor.
- Hace malísimo- acaricia sus brazos para darle calor, aunque lo más probable es que tenga las manos heladas- Abrígate- le aconseja preocupado por la aún escasa ropa que cubre su cuerpo.
- Prefiero tus mimos- responde Luna haciendo pucheros cuando Martín hace amago de separarse de ella. Martín sonríe y deja un beso suave en sus labios antes de alcanzarle una sudadera para que se abrigue.
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Más allá de la Luna
RomanceLuna sabe a primavera y a luz, a esas risas sin sentido tirados en el sofá y a sus buenos días amargos. A noches enteras imaginando un futuro juntos en sus escasos metros cuadrados. A amaneceres después de haberle robado la luna al cielo. A futuro. ...