Capítulo 4

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Está parada frente a su portal. Mueve sus pies nerviosa y gira el llavero sobre sus dedos incapaz de estar quieta.

Parece increíble que volver al que ha sido su hogar le cause tanto malestar. Si se lo hubieran dicho en cualquier otro momento de su vida no lo habría creído. Ese piso en el que se independizó Martín fue su refugio, o quizá simplemente era Martín el que lo era y por eso ahora se ahoga solo de pensar en subir los siete pisos que la separan de su casa.

- Perdón, perdón, perdón- se disculpa apresuradamente Lía cuando gira la esquina y ya Luna puede verla- Se ha alargado la reunión con los de la ONG- se excusa antes de darle un abrazo.

- ¿Alguna novedad?- se interesa sin moverse un palmo.

- He conseguido que me dejen estar en España unas semanas más de momento- admite con media sonrisa y un suspiro de alivio. No se imagina abandonar el país con su hermano en esa situación.

- Nunca pensé que no me iba a alegrar de que te quedes en España- admite con cierta culpa.

- Anda, vamos arriba- la incita rodeando sus hombros para guiarla al interior del portal al ver que Luna no tiene intención de acercarse a la puerta por voluntad propia.

Luna no es capaz de levantar la vista de ese suelo marmoleado al que nunca ha prestado atención. Sin embargo, en cada esquina y rincón de ese edificio puede ver a Martín sin apenas hacer esfuerzo.

Los segundos que tarda en subir el ascensor se le hacen eternos y toparse de frente con la puerta de su casa se le antoja la del mismísimo infierno.

Lía toma su mano con delicadeza guiando la llave a la cerradura. No necesita decir nada para que sea ella la que inicie el movimiento haciéndola girar. Y una vez más, su casa es el reflejo de su vida.

Las cajas acumuladas en un rincón, las estanterías a medio vaciar y las persianas a media altura reflejan el stand by decadente en el que está sumergida.

Luna apenas se mueve del recibidor mientras Lía abre las ventanas buscando ventilar la estancia. Los últimos rayos de sol del día apenas tienen fuerza para iluminar tenuemente el piso.

- Había pensado que podíamos pedir algo de cenar y ya me quedo a dormir- propone terminando de abrir la ventana del salón.

- Lía, yo no sé...- intenta interrumpirla con duda Luna.

- Lu- la corta seria mirándola- No puedes estar de manera perpetua en casa de tus padres- señala- Te juro que te entiendo- enfatiza no queriendo sonar insensible- Yo también lo veo por aquí- explica dando un barrido a la estancia- pero la vida sigue, la de todos y la de Martín también- añade antes de coger la mano de su cuñada.

Una lágrima se desliza rebelde por la mejilla de Luna ante las palabras de Lía. Quiere creer lo que dice, porque, a pesar de que es consciente de que la vida avanza, no tiene la misma percepción para la suya propia.

- No me he traído el ordenador y tengo que avanzar unas cosas del trabajo- argumenta no solo buscando apartar los planes de Lía, si no agobiada aún por la distribución de las telas de la nueva colección.

- Seguro que tu jefa te lo perdona- responde tirando de ella hacia el sofá- Ah, no, que eres tú- finge que se acaba de dar cuenta haciendo que ambas se sienten- Nos merecemos una noche de chicas que con la boda y eso no me has hecho suficiente caso- bromea sacándole la lengua.

Los labios de Luna se curvan inconscientemente. Sin duda, no se equivocaba cuando pensó que solo ella le haría mucho más fácil el mal trago de volver a este piso sin Martín.

Antes de que Luna pueda siquiera responder a Lía, es el sonido del timbre el que las interrumpe.

- Debe ser David- señala la joven incorporándose para abrir.

Más allá de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora